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S'estan mostrant les entrades d'aquesta data: desembre, 2012

LA PALABRA MAGICA

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Tu recuerdo se cuelga alrededor de mi cuello como si fuese un fino pañuelo protegiéndome del frío, late al compás de mi corazón en el silencio ruidoso de voces, lejanas y extrañas, que ya no recuerdan. Y en este momento no puedo nombrarte, sólo puedo pensarte desde mi silencio secreto, ese que guarda mi boca y que despacio se traga tu nombre. Y al hacerlo, convierto las letras de tu nombre en sentimientos y me siento llena de ti en la lejanía, llena de un alimento para el alma que transforma el color de mi piel, el brillo de mis ojos, de tal forma que me siento silbando, cantando, bailando como alegre mariposa y llevando entre las manos el aroma de la alegría; y percibo tu mirada sobre la palabra mágica enredada en mi cuello, transparente, limpia, atravesando mi piel con olas de agua salada, y te convierto en mi genio, en mi lámpara, en mi inspiración, en mi cuaderno, en mi pluma, en mi letra y te hago tan real como las ganas de bailar que me cosquillan por debajo de los pies y me s

EL BESO

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Vamos cogidos de la mano, es de noche. Hace frío y el cielo está cargado de grandes nubarrones; pronto lloverá. La calle está vacía y silenciosa. Es tarde y la noche extiende su capa. Yo me he quitado el guante de lana para sentir el calor de su mano entre mis dedos y me es sumamente sensual este contacto, tan deseado, tan amado, que he querido estrecharla con fuerza. Su propietario, al sentir mi fría piel, ha vuelto hacia mí la cabeza, me ha sonreído con mirada cómplice y me ha besado ardientemente en los labios. Vamos cogidos de la mano, es de noche. Hace calor y el cielo está lleno de estrellas; pronto saldrá el sol. Badalona, 14 de desembre de 2012

LA PANADERÍA

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No era la primera vez que entraba en aquella panadería, me gustaba el olor a pan recién horneado. Fui degustando con la mirada el asombroso escaparate que tentaba mi paladar y que estaba dispuesto a derrumbar todos mis planes calóricos. Y el dulce aroma de los croissants, de las magdalenas, de los chuchos de crema, de los donuts, de las pastas de hojaldre, de chocolote i de nata, que la panadera tan bien había colocado en el mostrador, me hechizó de tal manera que me llevó a quebrantar mi débil voluntad. Y así una de las dependientas: “Me gustan los croissants con sus patitas delgadas y crujientes, el olor a limón y canela de las magdalenas, los panecillos de Viena, blandos y redondos, y el chocolate de leche, una de las primeras meriendas de mi niñez. La panadería, el lugar de los olores de la infancia, de la pureza y de la inocencia”. Y algún suspiro escapado de añoranza se coló entre las calientes barras de pan, bien alienadas en las estanterías de madera, y pude saborear l