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S'estan mostrant les entrades d'aquesta data: juliol, 2015

PEQUEÑAS COSAS

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No quiero grandes cosas en mi vida y tampoco pido o deseo, según se mire, mucho. A lo largo de los años de mi vida he conocido a unas cuantas personas que me han enseñado a disfrutar de las pequeñas cosas; algunas me lo han enseñado por oposición, anhelando grandes cosas, grandes poderes; otras por filosofía de vida: el vuelo de una mariposa, un poema, unas gotas de lluvia, unos ojos... Esas cosas que nos hacen ser tan grandes a los pequeños humanos, y son casi invisibles.   Reírte delante del espejo, incluso en esos días en que piensas que todo va a salir mal. Cantar el do-re-mi-fa-sol o   te echo de menos en la ducha. Acariciar las manos de los que amas. Cocinar una tarta helada de chocolate e inventar algunos ingredientes, que si un chorrito de whisky por aquí, que si unos polvitos de canela por allá. Reírme contigo o en compañía, reírme con tus mensajes hasta que se me descuelga el labio con tanta sonrisa tontorrona. Levantarme somnolienta y dejar que el aire fresco me des

TU

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Miro els teus ulls negres. Han passat els anys i encara et veig petita com la llavors d’una poma, com l’estel més minvant de l’univers. Des de ben petita vas deixar constància del teu tarannà tossut. Te’n recordes del dia que et vaig cridar per a què no llancessis el rellotge a terra, i fins que no ho vas fer volar, no et vas aturar; aquell rellotge mai més va funcionar, però el temps va continuar sotjant els nostres dies. I així, de mica en mica, vaig començar a perfilar en els matins de nadó, el cos de la teva pubertat. T’observo joiosa. Vius, somniant, des de que et despertes fins que et dorms. Et vesteixes els ulls amb els colors estiuencs de la joventut, i tractés d’enamorar el dia elegint la millor imatge de tu: vestit de flors o jersei informal, dóna ho mateix, perquè tot et cau de meravella. Respirés els aromes amb pressa sense parar-te a pensar que el temps té els seus malèfics enganys. Et miro i et veig bonica i feliç. Bella i delicada com els pètals d’una rosa. Et miro

ÁNGELES SEDUCTORES

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Ángeles seductores, Cogí el metro en Pep Ventura, me senté y leí con calma el nombre de las estaciones que tenía hasta llegar a mi destino: Pep Ventura, Gorg, Sant Roc, Artigues/Sant Adrià, Verneda, La Pau , Sant Martí, Bac de Roda, Clot, Encants, Sagrada Familia, Monumental, Tetuan y Passeig de Gràcia. Cuando acabé la lectura cerré los ojos para relajarme pero en seguida un traqueteo me obligó a que los abriera. Al abrirlos me fijé en un hombre de cabello oscuro, delgado, de un metro setenta y cinco de estatura aproximadamente, ojos pequeños y risueños que estaba situado junto a la puerta de salida. Vestía con zapatillas deportivas, tejanos y una camiseta con manchas de vaca. No dejaba de mirarme y pensé que quizás me conociese del facebook, está tan de moda tener amigos sin conocerlos, que pensé que podría tratarse de uno de ellos. El caso es que consiguió llamar mi atención, y comencé a mirarlo intentando que mi mirada no resultara descarada.   Entonces, de pronto, me di cu

EL AYUNTAMIENTO DE PALOMAR INFORMA

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Claudio las miró. Allí estaban un día más, un montón de manchas oscuras de una nueva bandada de palomas que se habían parado a descansar en el hilo eléctrico que cruzaba su terraza, y en el filo de las canaletas. Aquella mañana calurosa de julio, a las diez de la mañana, Claudio decidió que ya no aguantaba más ni el calor, ni las repugnantes manchas, ni las insoportables palomas, se dirigió hacía el taller donde guardaba sus herramientas y también sus escopetas de caza, cogió la más ligera y volvió hacia la terraza. Disparó tres veces al aire, y la bandada de pájaros, asustada, se elevó hacia el cielo como una nube de humo. Al oír los disparos su mujer, Elisa, aterrorizada fue corriendo a la terraza haber que había ocurrido. Desde hacía más o menos un par de meses su marido mostraba extraños comportamientos, salía a pasear el perro con pijama, no sabía si ésta excentricidad era fruto de las altas temperaturas o bien de qué algo había dejado de funcionar en la cabeza de su marido

EL BOSQUE DE LOS SUEÑOS

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El bosque de los sueños, Suena el despertador. El sueño cuelga en las pestañas. Cinco minutos más. Me recreo en la cama como si el tiempo se hubiese detenido entre las sabanas. Aparecen imágenes en la retina. Rememoro. Veo una antigua máquina de escribir Olivetti de color naranja. Me acerco con la curiosidad de querer saber que hay escrito en la hoja blanca, que sobresale por encima del negro rodillo. No hay palabras sólo hojas verdes aplastadas contra el papel. Escucho una voz que me llama por mi nombre, me vuelvo de espaldas pero no consigo ver a nadie. Y sigo escuchando el eco de una voz:- Te esperaba. Estaba seguro que volveríamos a encontrarnos en el bosque de las hojas caducas. Giro la cabeza deprisa intentando descubrir a quién pertenece la voz, pero de nuevo no consigo ver a nadie. Escucho unos pasos cansados. Aparece un anciano arrastrando los pies, sus manos sostienen una gran bandeja repleta de azucarados buñuelos. Me alarga uno con forma de cero. Cuando mi mano lo cog