HISTORIAS ENTRELAZADAS
Historias entrelazadas,
por Paraules amb Aroma
Las personas siempre te aportan cosas: un amigo, algún profesor, un
familiar, un escritor, un compañero de trabajo, un jefe o algún desconocido en
el ascensor, o a veces incluso a través de una mirada, de un gesto o de un
silencio. Ayer en el metro, vi a una mujer despidiéndose de un hombre, apenas
un roce de labios y un ligero adiós con la mano. La mujer me miro, yo la miré y
no sé porqué me pareció percibir una cierta melancolía en su mirada. Entré en
mi memoria un instante para archivar aquel gesto, aquellos ojos tristes,
aquella despedida y no olvidarme que allí quedaba guardaba una historia. Las
historias nos acompañan en cada momento. En el metro, en el trabajo, con los
amigos, en el dentista, en la peluquería. Lugares donde se forjan historias,
historias concebidas para ordenar el mundo y darle un sentido. Es una forma de
ir por la vida: mirando, observando, escuchando, guardando, estudiando,
apuntando…, es el vaivén de una cabeza inquieta y creadora.
Somos seres narrativos; nos explicamos continuamente la vida con grandes
mentiras que creemos como verdad apuntaba Josep Campbell. Cada ser humano es
una historia que contar. Todos necesitamos ser vistos incluso el candidato por
sus ciudadanos, por eso es necesario que él cuente su historia ante ellos.
Entre paseos, reflexiones e historias llego a casa. Acabo de entrar por la
puerta, cuelgo la chaqueta tejana en el perchero y pienso que podría servirme
un Martini muy frío. Me imagino que de un momento a otro me voy a cruzar por el
pasillo con el chico guapo del anuncio y encima sin las gafas negras, por fin
podré ver el color de sus ojos. Despejo mi visión de toda fantasía surrealista
y abro las puertas de la terraza para que se cuele el aire de septiembre, el
olor de las flores, el ladrido del perro del vecino, las conversaciones ajenas
y otros ruidos cotidianos. Me voy hacia la cocina y saco del frigorífico mi
leche de arroz, cojo un par de galletas de avena, enciendo el aparato de música
y escucho el Concierto de Aranjuez (Adagio) del reciente desaparecido Paco de
Lucía. Leo un rato antes de marcharme a la piscina, la columna de uno de mis
escritores favoritos Arturo Pérez Reverte. Un artículo fascinante que dice que
la historia se repite, que palabras como libertad y democracia se han teñidos
de negro con el sufrimiento de otras guerras. La guerra santa. La guerra de las
intolerancias. También continua el texto diciendo “ Europa, donde nació la
libertad, es vieja, demagoga y cobarde; mientras que el Islam radical es joven,
valiente y tiene hambre”; realidades religiosas e ideológicas que están
alimentando la violencia en contra de la paz. Me levanto del sofá, con la incomodidad instalada en las entrañas y empiezo
a pensar en las barbaries que acechan al mundo actual.
Son las siete de la tarde. Cojo la bolsa de la piscina. Si, nadar, es el
mejor deporte que conozco para relajarse, a demás del yoga, el taichí o el
pilates. Estar bajo el agua, aislada, sin ruidos, mirando los pequeños azulejos
de la piscina, anestesiada por el olor del cloro. Y mientras me desvisto en el
vestuario se me viene a la memoria los fragmentos de un texto: “las palabras
son como la capa superficial de las aguas profundas. Las historias se buscan,
precisamente, nadando bajo el agua. Buscad arrecifes y cosas que brillen, nadad
con otros peces que conozcan nuevas rutas, atentos a la música eléctrica de las
focas y a las crestas de las olas, y a las resacas y a los rayos de sol y a
todas las estrellas. Nada más y más. Practicad un poco más. Practicad en aguas
dulces y seguir aprendiendo a nadar, a escribir, a vivir, en definitiva a amar”.
Me gustan los días nublados y fresquitos, esa liviandad que favorece el que
me sienta ligera y volátil, y permite que los procesos mentales escampen a sus anchas,
sin cortapisas, ni limitaciones. Salgo del gimnasio. Con el volante entre las
manos y la mirada perdida en el atasco pienso en el retrato, que podría hacer
de aquella mujer de la mirada vidriosa, que aguarda impaciente en el sótano de
mi memoria a ser rescatada del olvido.
Llego a casa y
antes de preparar la cena enciendo la televisión. El telediario. Encuentro del Presidente del Gobierno y
el nuevo secretario del PSOE Pedro Sánchez. La política y el tema de la
corrupción del Expresidente de la Generalidad y su hijo; el Presidente Mas y la Independencia de Catalunya... Finalizan las
noticias y para aliviarme un poco de tanta acidez mental y estomacal pongo un CD de música y dejo que las canciones de Regina Belle limpien
el ambiente de descréditos, mentiras
y deshonras. Mientras el aroma de la música recorre el
comedor una asociación libre de ideas me trae a la cabeza una frase de Octavio
Paz ¿abrir los ojos o cerrarlos, todo es igual? La respuesta dicen que se
encuentra en el interior, en la conciencia, digo yo en el corazón. No, claro que todo no es igual! Decía un político socialista que “la humanidad necesita más hombres buenos que hombres
importantes”; hombres y mujeres honrados y sinceros; hombres y mujeres justos
que sean capaces de no vender su alma al mejor comprador de calderilla; hombres
y mujeres que avalen la historia y su identidad; hombres y mujeres libres que
amen lo que hacen; hombres y mujeres que insuflen música en los pulmones de la vida.
Si la mujer de mirada vidriosa inventase una historia, diría que si la vida
fuese una tarde en la piscina, los políticos de derechas hoy están en el borde,
sin albornoz, desnudos, tiritando, sacando continuamente muestras de agua para
enviarlas al laboratorio social para que les informen de la estadística numérica
del tanto por ciento de sus votantes actuales, sin importarles los problemas
reales de la ciudadanía, ¿hombres buenos
o hombres importantes?
Y ella, mientras tanto, se va sola, con su soledad a andar largos o a nadar
largos paseos inventando historias, imaginando quimeras. Nadando, caminando, pero
siempre soñando.
Badalona, 18 de septiembre de 2014
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