FELIZ SAN VALENTIN



Escucho mi nombre, me giro, y lo veo. Es Valentín. Me paro hasta que llega a mi lado,  entonces nos abrazamos. Lo encuentro algo cambiado. No me gusta. Lo veo más delgado y sus ojos no brillan. Le pregunto si le ocurre alguna cosa, y me explica que se ha quedado sin trabajo; que ha tenido que abandonar el arco y las flechas. Lo miro dubitativa. ¿Ya no disparas las flechas del amor? No, el amor romántico ha muerto ¡¿Cómo?! Le pregunto desconcertada. Me mira y me dice: las mariposas han emigrado del estómago al cerebro; la paciencia se ha transformado en urgencia; los ídolos se han desvanecido; el misterio se ha evaporado; Don Juan se ha convertido en Narciso; el deseo sexual ha reducido el amor; el amor deviene incomprensible; la indiferencia extiende su vacío a pasos agigantados; el pasado se ha devaluado ante un futuro incierto; el presente está ubicado en la eterna juventud; el cuerpo ha devorado su propia alma; las relaciones humanas deterioradas; los afectos congelados; el Arcipreste de Hita y el libro del buen amor enterrados; el buen querer debilitado; la bondad, la compasión y el deseo de compartir con el prójimo enfrentados; la generosidad altruista mudada en generosidad individual. Escucho atenta todo lo que me cuenta. Estoy a punto de decirle que no se rinda que el amor y la verdad jamás desfallecen. En un instante me parece advertir que su tristeza tiene un color menos concentrado. Me coge de las manos. Me tengo que marchar, me dice. Me pregunta si le aceptaría un regalo, le digo que sí. Me da un sobre blanco y me indica que lo abra. Dentro un corazón que palpita. Lo acaricio. Nos despedimos. Me alejo con el corazón en la mano. Me llama. Me giro y oigo: ¡Suerte! ¡Cuídate!
Hoy todavía recuerdo sus últimas palabras: ¡el amor romántico ha muerto!

#palabrasambaroma

Badalona, 14 de febrero de 2019


Comentaris