FEBRERO, EL MÁS VENTOLERO

Martes, 9 de febrero de 2021: Llevo dos libros en una bolsa plegable. Uno es para leer en el metro y el otro es para fugarme. Hay muy pocos pasajeros en el metro y estamos muy distanciados. Todos llevamos puesta la mascarilla. Saco el libro de la bolsa y lo abro. No me concentro en la lectura. Podría coger el otro, pero prefiero reservarlo para más tarde. El frío me encoge. Casi no tengo ganas de andar. Miro la calle, los edificios, los coches. Miro la ciudad, escucho su palpitar. Llego a casa. Me preparo un café. Miro sus alas encima de las hojas de papel, al lado de mi ordenador. Esas alas que continúan existiendo. El recuerdo en mis ojos. Abro el ordenador. Me desgano y lo cierro. Escucho como el viento golpea la ventana. La cierro. No quiero que sus alas vuelen. Saco los libros de la bolsa verde con topos amarillos. Ahora ya sólo me queda fugarme. Miércoles, 10 de febrero de 2021: Anoche acabé de leer "El candidato", de Nacho Abad. Un thriller político. Hay algo misterioso e intrigante que te atrapa desde la primera página. Es adictivo, me gusta cómo se van entrecruzando los hilos de la trama. Dice uno de sus personajes que hoy en día las mentiras no pesan, que la verdad y la mentira caminan de la mano. Sé a qué se refiere, es el nuevo mundo. Suena el timbre de la puerta. Después de todas las dificultades, superadas, para que mis padres, mayores, pudieran realizar el voto por correo, hoy por fin, el cartero ha llamado. Escribir la vida es escribir. Esta mañana un minuto de silencio, por el asesinato de un joven, de tan solo 17 años de edad. Escribir la muerte es escribir. La tristeza y la incomprensión estaban presentes en la plaza. He coincidido con Luisa, era su profesora. Me ha dicho: vivimos otros tiempos, tiempos sin alma. Era un buen chaval. Descanse en paz. Jueves, 11 de febrero de 2021: Me quedan veinte minutos para dejar este lugar. Este espacio, este ventanal. Al final, se ha marchado sin encontrar la clave, pero antes de irse me ha cogido de las manos. Estem units, me ha dicho. Y ese hombre delgado y guerrero se ha evaporado. Lo miro todo con detenimiento. El Pothos, su verticalidad, su belleza expresiva. Los cristales limpios, el reloj de la torre, unas vistas inigualables. Cierro la puerta. Camino por la isla roja con la emoción de saber cómo se desarrollaran algunos acontecimientos venideros. Hoy luce el sol, todo parece diferente. ¿Será que todo es ficción? Qué hambre, qué ganas de llegar a casa y comer. Viernes, 12 febrero 2021: Desde mi isla veo ovnis que me sobrevuelan. Hay una división de opiniones entre los que quieren una Cataluña independiente y los que queremos una Cataluña real; una Catalunya sosegada y social. Las Elecciones y los debates. El ruido y los engaños. Las mascarillas y las vacunas. Y el voto, y la pandemia y el miedo. ¿Miedo? Sí. A la división, al monolingüismo, al separatismo, a la exclusión social. Entro en la panadería. El aroma del pan recién horneado, los croissants, las magdalenas. El periódico encima de una mesa secuestrada. Pido permiso para ojearlo, por lo de la pandemia. Lo ojeo. La libertad de expresión y la monarquía a debate. Los tuiteros, la creatividad y las discordias. Mientras camino, no puedo evitar comerme las dos patitas crujientes del croissant. ¡Qué bueno, qué tostado, qué rico! El día es grisáceo para este viernes de un febrero enamorado. El gris instalado entre los versos del poeta Luis Cernuda. La realidad y el deseo. “El poeta escribe sus versos cuando no puede hallar otra forma más real a su deseo”. El croissant mutilado y las tentaciones en el cielo. Domingo, 14 de febrero 2021: Escribir la palabra amor como si fuera Dios. Elevar los ojos al cielo e intentar percibir el infinito. Bajar del firmamento, pisar la acera, la calle, el presente, las elecciones, los votos y la esperanza de victoria. Escribo la palabra. La vuelvo del revés. La desnudo. Me esfuerzo por comprender todos sus matices, la materia de los sentimientos, la manera en que los sentimientos se imprimen, se crean, se mezclan en las “vísceras” (María Zambrano) de la vida afectiva, oculta de la noche de cada ser. ¿Dónde nace el amor? Sé que te amo. Encontré a mi alma gemela. Nos complementamos… Tienes unos ojos hermosos. Me sabe a gloria. Ojos que no ven, corazón que no siente. Estamos hechos el uno para el otro. Te amo con locura. Juntos para siempre. Ti voglio bene. Te regalo estas rosas. Te amo, me ama, nos amamos. Y una vez transformada la palabra en furor heroico dejo que salte de mi pensamiento a mis dedos, para que éstos plasmen en el papel la suavidad y la fuerza del amor. Son las cuatro de la tarde, hace frío y el día es especial. Hace ya algún tiempo escribí un texto que empezaba: “Es San Valentín, pensé que Usted…” Lunes, 15 de febrero 2021: Es lunes. El gris sigue instalado en el cielo, pero en mi cielo, no. Mi cielo está pintado de rojo. Tengo la alegría bien localizada, la voy escuchando dentro y fuera de mí. Leo los periódicos. Escucho las noticias y cómo algunas voces lo vuelven todo del revés. Los pactos y las posibilidades. Los partidos emergentes y los descalabrados. La información veloz colándose por la ventana auditiva. Un nuevo día con una perspectiva diferente. ¿Qué ocurrirá si resulta que lo que queremos evitar vuelve a convertirse en el centro de la gravedad catalana? Tiempo de espera; que no se repita el pasado para escribir el futuro. Hace mucho tiempo que escribí o pensé en escribir, ahora no lo recuerdo con exactitud, un texto que más o menos comenzaba: “A Usted lo pensé alguna vez, pensé incluso que Usted un día vendría y…”. Dice Borges: “Nuestro hermoso deber es recordar que hay un laberinto y un hilo”. Por hoy me salgo del laberinto, mañana volveré para coger otra hebra. Martes, 16 de febrero 2021: … Por la mañana. Escribo en un trozo de papel. Hebra. Hilo. Atadura. Miro la hebra. El hilo atado en mi muñeca. A veces lo acaricio como si su contorno me llevara hasta su rostro. Está vivo, me digo. Me invita a pasear. Lo miro. Parece un ángel. No, hoy no, le digo. Tengo algo de prisa y el cielo me queda muy lejos o muy cerca, quién sabe. Pero hoy no, de verdad, otro día, seguro que sí. Miro el día a través del cristal. Parece que vaya a llover. El cielo me persigue. El café me quema los labios. Lo dejo encima de la mesa. Leo una noticia de Slavoj Zizek, el filósofo viral que está de moda entre los jóvenes: “No me fío de las máquinas. La tecnología no es neutra”. Me suena el móvil acaba de llegar un nuevo mensaje, y otro, y otro...Este filósofo ha transformado la forma de acceder a la filosofía. La filosofía está de moda, me digo. Le doy otro sorbo al café, aún quema. Lo abandono y me voy a trabajar. Miro el cordón. Un día cogeré unas tijeras, le digo, y por fin lo abrazaré. Jueves, 18 de febrero 2021: Mira el cuadro. Me dice que no lo había visto antes. Cómo va a ver el cuadro sino me ve ni a mí, me digo, y eso que ocupo más espacio que el lienzo. Dice el refrán: “Más ciego no puede haber, que aquel que no quiere ver”. Puedo confirmar con certeza que no estoy dentro de su campo visual. ¿Qué porque lo sé? Lo percibo. Es cuestión de fijarse en los detalles, los pequeños detalles marcan la diferencia. Miro el cuadro, no hay gente en la playa. Solo hay un faro que nos vigila a todos. Busco la luz del faro y camino hacia él. Me voy acercando, un viento fuerte me sacude por fuera y por dentro. Las olas llegan hasta la orilla. Abandono el cuadro con los pies mojados. Al otro lado del mar, discrepancias y enfrentamientos. Insurrecciones. Violencia. Libertad de prensa y de expresión. La radio en directo; las tertulias y sus relatos políticos. La ceguera es otra forma de inventar, dice Borges. Viernes, 19 de febrero 2021: Los pensionistas, los mayores, se quejan. Soledad. Indiferencia. Abandono. Marea roja, blanca o azul. Voces y proclamas. Desencantos y lamentos. Hablo con el pensionista. Se siente indignado. Me explica el desinterés de las entidades bancarias hacia las personas mayores. Escribo lo que él me detalla. En un cajero automático del Paseo de la Salud, en la ciudad de Badalona, una anciana pide su ayuda. La muleta apoyada en la pared. Las manos temblorosas. Ella no entiende de contraseñas, de claves, ni de pin. Un rotulo indica que la pantalla está bloqueada. Se gira desorientada. Se encuentra con la mirada de él. ¿Podría ayudarme? Se han olvidado de nosotros, somos un estorbo, le dice la anciana. Él la comprende, casi están en la misma etapa vital. Señora debe tener cuidado, no todo el mundo es de fiar, le dice. Le pueden robar. Ella lo mira con una dulce sonrisa. Gracias por su ayuda. Cuando la ve alejarse, piensa en la belleza reposada de su rostro a pesar de las adversidades. El aire de la mañana se cuela entre el enfado y la mascarilla. Continúa su paseo matinal. Los comercios cerrados. Las papeleras sin vaciar. Los pegotes de chicle y las colillas de tabaco en el suelo. Se cruzan. Lo reconoce. El banquero, el financiero, el bróker, el administrador. El beneficiado. Llega a casa reflexivo. Su mujer le pregunta que le pasa. Sabes: “La banca siempre gana”. Lunes, 22 de febrero de 2021 Cojo un libro de Platón. Del interior de sus páginas caen un par de folios doblados. El papel está amarillento. Son dos recetas de cocina escritas a máquina: escalopas al vino blanco con champiñones y tomates al horno. Recuerdo el diálogo del Fedón y su reflexión sobre la inmortalidad del alma. La veo. Amigo llevas un jersey granate que te siente bien. Me acerco para abrazarte y mis brazos quedan suspendido en un vacío absoluto. Aunque no me veas, a veces, te acompaño, me dice tu imagen recién llegada de la nada. Me gustaría invitarte a una copa de vino, de los caros, pero aquí sólo nos dejan beber agua de lluvia y escuchar la canción “La vida es bella”. Sonríes y tu presencia se hace más real. Sabes cuándo por las mañanas miro el periódico o escucho la radio te echo de menos, ahí sentado delante de mí con nuestros comentarios políticos e intrigas palaciegas. Añoro nuestras bromas, nuestras risas, nuestros enfados, nuestras cabezonerías; añoro aquellos días donde aún tenía sentido adornar el árbol de navidad, disfrutar de comidas y cenas con el equipo favorito, jugar a la oca o al domino y caer en la casilla menos uno, mirar fotografías antiguas y descubrir un cuadro nuevo. Sí las fotografías seleccionadas todavía cuelgan en la pared. Rememorar el pasado y dignificarlo. Recuerdo aquellos días donde las palabras estaban más cargadas de sentimiento e ideología. Todo está muy alborotado y cambiado, aquí abajo, amigo mío. Mientras escucho Il cielo in una stanza de Mina Mazzini tu imagen comienza a desdibujarse. Afuera llueve. Todo está oscuro. Miro y ya no estás. Cierro el ordenador, también a mí me llegará. Jueves, 25 de febrero de 2021 Sueño, invento historias. Se va a diseñar una gran plaza verde, con mucha vegetación: palmeras, encinas y moreras. Una plaza para pasear, pintar, pensar, soñar. Hoy no llueve. Ha llegado una carta, un correo. Quizá sea una carta oficial. Quizá sea una carta real. Quizá sea una carta astronómica. Quizás sea una carta suya, una postal. ¿Por dónde estará? La guardo en el cajón de la mesita. Tengo muchas ganas de abrirla. La curiosidad me mata, pero he decidido que más tarde la leeré. Cuando empieza a caer la noche abro el cajón. Mis ilusiones vuelan. La abro despacio. “Eché esta carta hace una semana, esperando que la recibieras antes de la llegada de la primavera: para que yo sepa que la recibiste, escríbeme amiga mía una carta llena de misterios, que haga referencia a si en algún momento me añoraste. ¡Qué ganas tengo de volver a verte! Hace un siglo que el tren nos despidió. Te envió un abrazo y quedó impaciente a la espera de tu carta Cuídate.” Cierro la carta. Quizá esta misma noche o mañana, escribiré. Una carta personal. Después subiré al tren y me alejaré.

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