LOS HUEVOS DE LA MANCHA



De pie en la noche, con la nevera abierta, sigilosa, miro los huevos alienados. El huevo es un alimento rico, un comestible saludable, un sabor para el paladar. Colocados con el vértice hacia arriba dejo volar mi imaginación al viento. Y visto a los huevos de blanco impoluto, porque mis huevos son de color blanco. El blanco de la paz y el optimismo, de la bondad y la inocencia, de la perfección y la pureza. En esta noche, cuando el resto de los habitantes de la casa quedan recluidos entre almohadas de sombras y de nadas, me dejo invadir por la simbología de una nueva oologia.

Vestida con camisón de blanco satén y abocada ante el iluminado frigorífico resurge en mi memoria Madame Du Barry, la última amante del rey francés Luís XV, que preparaba condimentos a base de yemas de huevos y jengibre. Una mezcla mágica que inducía al rey y a sus decenas de amantes a la lujuria desatada. La noche inspiradora de besos y caricias me aboca a una dulce caspiroleta.

Ha llegado la magia, sí, siento su presencia dentro de mí. La magia me hechiza y en cuestión de segundos el encantamiento convierte cual metamorfosis kafkaiana el blanco en rojo pasión. Esta noche mis huevos han venido a hechizarme. Vienen a zarandear mi consciencia, a iluminar mi mirada, a colorear de creatividad amarilla mis yemas táctiles. Pasión y emoción, pasión y sentimiento, pasión y deseo. La admiración, la afinidad entre mis huevos y yo. Yo me nutro de su sustancia, de sus proteínas, de sus sales y ellos alimentan mi alma de roja pasión.

Continúo aquí, en el silencio de la noche, con camisón de seda, viendo mis huevos encarnados y sintiendo su puntiaguda punta clavada en mis entrañas. Me siento Quijote, molino de viento, eje y rueda, escudo y lanza, que eleva sus sueños contra los sin sentidos de la realidad. Imagino que soy Quijote y dibujo otras utopías. Mis huevos me acompañan en esta batalla de nocturnidad y salimos a la calle propagando palabras al cielo contra la indiferencia y la pasividad, contra la intolerancia y la injustita, contra la desigualdad y la violencia, contra la esclavitud y la arrogancia.

Romper el huevo, yema y clara bailando en las faldas del mundo lunar, entrar en la noche con la pasión desbordada acariciando todos los sentidos, imaginar y sentir, una sonrisa, una mirada, un roce, un placer, una ilusión, un aroma, un recuerdo. El amor embellece el mundo, salir de la caverna de sombras para ver la luz, y sentir que nada ajeno puede ser indiferente. La luz, ese rayo de esperanza, que revolotea en mi corazón desvelado.

De lejos escucho el canto del gallo. La noche ha dado paso a la mañana. Cierro la nevera. Los huevos han retomado su color originario. Blanco. Blanco sueño, puntiaguda inspiración.

Badalona, 15 de mayo de 2014

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