LAS SOMBRAS DE SALVADOR COT
Las sombras de Salvador
Cot,
Mientras escribo estas líneas, estoy sentada en el café Aràbic, pensando en
como describir al periodista catalán Salvador Cot. A mi lado, un grup de
mujeres comentan eufóricas la película: Cincuenta sombras de Grey. Para mantener
el gesto como si realmente estuviese sumergida en mi mundo interior buscando la
manera de vestir al periodista, tomo notas en una libreta y hago como si
estuviese reflexionando sobre alguna cuestión. Pero decido encender mi antena y
escuchar la conversación, esperando encontrar una señal, una pista, que lance
mi inspiración en brazos del periodista. Las observo disimuladamente y creo
que, por fin, ha llegado la primavera, pero los delatores no son sus jerséis de
lana ni sus bufandas de colores, son sus mejillas sonrojadas, la pasión con la
que hablan de ciertas escenas, riendo, tan contentas, recreando algunas
secuencias, con los ojos brillantes, como si las sombras se hubiesen instalado
entre ellas.
Decido desconectar la antena, no sea el caso, que entre tanta sombra me
pierda en las tinieblas. Y regreso al tema en cuestión: Salvador Cot. Lo
imagino y lo veo. Su nariz es redondeada y grande. Tiene la frente ancha y
despejada; los cabellos, castaños y abundantes, le dotan de una cierta
majestuosidad leonina; la barba canosa combina blancos y grises; los ojos
grandes, curiosos y azules; las pobladas cejas dejan al descubierto la
centralidad de su nariz. La boca, alojada bajo su poblado bigote, es pequeña y
expresiva. Un pequeño lunar en el lado izquierdo de la cara, justo debajo del
ojo, le da un toque divertido. La expresión que dibuja su rostro es de una
agradable placidez. No sé porqué extraña razón, mi atención se fija en su
manos, me parecen blancas y grandes, de dedos largos y gruesos, cubiertas por
una fina capa de vello; sus uñas cortas y finas están bien recortadas. Manos
creadoras que acompañan el vuelo de sus palabras.
La luz amarillenta de los fluorescentes de la clase del Ateneu ilumina a un
hombre afable. No ha querido ocupar la centralidad de la mesa para exponer sus
argumentos, y ha preferido ocupar un lugar más secundario. Sus ojos azules,
huyen inquietos ante preguntas no acordadas. Su estatura es la de un hombre
corriente. No aparenta los cincuenta años de edad. Viste ropa oscura: jersey
gris, camiseta gris clara, pantalón gris oscuro. Su imagen de frialdad compite
con sus ideas políticas. En sus sombras se adivina un carácter fuerte capaz de
imponer sus argumentos.
Así tras compartir dos horas con Salvador Cot, director del diario Nació Digital,
como aprendices de articulistas, sin límites ni limitaciones para preguntar e interrogar,
descubrimos entre otras cosas: que cuelga sus artículos a partir de las doce de
la noche; que tiene muchas presiones por parte de la clase política; que la dedicación
a la política a de ser voluntaria; que la política tiene una estructura muy
vertical, y se hace muy difícil el trabajo en horizontal; que todo articulista
intenta influir con sus artículos en la opinión de sus lectores; que los
periodistas no son investigadores privados y no pueden acceder a toda la
información; que los medios de comunicación pública están para controlar los
intereses públicos; que Internet ha democratizado la libertad de los medios de
comunicación; que un articulo contenga una idea, que el lenguaje sea muy
directo, y la lectura entretenida…
Y así proyectando, poco a poco, el cuerpo opaco de Salvador, en mi mente,
he podido crear el espacio necesario para que se encuentren sombras, palabras e
ideas.
Badalona, 25 de febrero de 2015
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