OTRAS MUERTES


Esta tarde de verano menos calurosa que otros años, estando entre el mar y la montaña, entre campos y bloques de hormigón, el Tanatorio, grande, frío y silencioso se levanta como panteón solemne del dolor; valle de lagrimas, jardín de flores marchitas, voces apagadas, cenizas incoloras.

De pie en la barandilla de acero inoxidable, mirando el mar lejano, frente al cielo y las montañas, veo una estela de viejos recuerdos esparcidos por el viento. Cómo murió la amistad, cómo fue, cómo paso. Veo sobre el suelo gris y gélido del Tanatorio, imágenes del pasado convertidas en espectros incoloros de este momento, de este presente; recuerdos tiznados de silencios, palabras henchidas de confusión, escenario lúgubre para un ayer lejano y ausente.

Manos teñidas de olvidos, miradas opacas de ausencias, perdidas afligidas, vestigios del ayer enterrados, recuerdos enmudecidos. Sí, existen otras muertes, la muerte psíquica, la muerte que aprisiona los cariños con la llave del olvido y la separación. Muertes de vida cubiertas con la mascara de la negación y la indiferencia. Y alrededor de la muerte en mayúscula esa muerte minúscula enterrada en la profundidad de los cariños sepultados. La muerte de cariños devorados por circunstancias; quién sabe si buscadas por casualidad, encontradas por azar o provocadas intencionadamente; sucesión de hechos cosidos con hilvanes de desinterés y desafecto. Todas las muertes se merecen santa sepultura, con el tiempo hay que saber cortar amarras, y mirar hacia delante con la esperanza de descubrir otros tejidos, otras pieles donde los poderes, los intereses y los desacuerdos sean inmunes a la fuerza del cariño.

La sangre del recuerdo mancha las baldosas marmóreas y las distintas muertes se abrazan bajo el mismo cielo. El dolor de esas presencias distantes y calladas se coagula por el corazón y la tristeza convertida en líquido espeso coagula la emoción. Otras épocas, otros tiempos, otros veranos, otras sonrisas, otros ojos, otros apegos, geografías de mis sentimientos que permanecerán por siempre vigiladas en el cajón de los recuerdos.

Éramos hermanos, amigas, amigos, hermanas, almas unidas en primaveras de sonrisas e inviernos de nieve. Ahora esos vínculos rotos e incinerados son la muestra real y palpable de que esas muertes psíquicas ocurren en la vida. Esta tarde de verano, en este instante, la vida nos vuelve a reunir bajo el abrazo frío de la muerte.

Todo se convierte en oscuridad y silencio. Todo lo que somos y lo que creímos ser se desvanece tras ese último suspiro. Muerte y silencio. Sepultura para todo lo vivido. Se desdibujan las palabras en esta tarde gris, se evaporan los contornos y los ruidos del mundo quedan muy lejos. Los árboles han dejado de mover sus hojas y las risas del pasado se han convertido en bocas etruscas, son las otras muertes.

Badalona, 9 de julio de 2013

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