30 DE OCTUBRE

Pupilas de frió, la mañana, qué miércoles, de lágrimas y ausencia. Él ya no está, las hojas de otoño han elevado su alma al cielo y, desde arriba, con la fuerza de los abrazos inmortales, se despide de amigos y familiares. Una separación ahogada por el llanto doloroso de la pérdida, de los adioses involuntarios, de las brechas insalvables. Se ha ido, allí tan alto, convirtiendo su corazón en estrella, allí donde los ruidos se desvanecen, donde la quietud es compañera del sueño eterno; allí donde nada se mueve, donde nada late, donde el pensamiento es piedra callada. Y entorno a ese silencio infinito, el dolor conmovedor de los que aman, de los que sienten el cuchillo clavado en el pecho, de los que luchan contra la única verdad desoladora de la vida. En la lejanía, el viento suena. El viento que en silencio acompaña la luz de la vela, el cristo crucificado, los rezos, el cuerpo reposado, los rostros enlutados, los temblores descontrolados, las flores privadas de belleza. El viento testigo mudo de una vida concluida, de todos los esfuerzos realizados, de todas las ilusiones truncadas. Rodeado de amor, en el primer entreacto del frió otoño, se despide terrenalmente de su familia, de sus lazos de sangre y de vida. Ha llegado la hora de marchar, de iniciar otro camino, de ver otro fulgor, allí donde convertido en estrella será el punto firme de luz, que iluminara por siempre el corazón de sus verdaderos amores.

Badalona, 30 de octubre de 2013

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