EL GALLO Y LA PROFESORA

- El próximo viernes- nos dijo la profesora- tendremos una clase especial; cada uno de vosotros tendrá que traer un objeto que os sea significativo, preferentemente que sea el recuerdo de algún viaje. Comentaremos cada objeto, lo estudiaremos, y cada uno de vosotros nos explicara su procedencia y los recuerdo que le aporta. Será, también una clase de geografía, un ejercicio de redacción y de dicción porque cada uno tendrá que leer en voz alta su redacción. - Pero, seño, ¿qué clase de cosas tendremos que traer? –pregunto Alí maravillas. - Ya lo he dicho, Ali – contesto la profesora-. Un objeto interesante, que tenga una historia, que tenga un recuerdo. Mirad, hace algunos años, un alumno trajo un trozo de tela que había encontrado su papa en un viaje a Egipto y decía que había pertenecido a una importante momia egipcia. Todos empezamos a hablar de las cosas que podríamos traer, y con el ruido que hacíamos la maestra tuvo que hacernos callar. Al llegar a la emisora le dije a Dani que tendría que llevar a clase algún objeto que fuera el recuerdo de algún viaje excepcional. - Es una buena idea hacer clases prácticas –dijo Dani-. La visión de los objetos asociada a un recuerdo hace que la lección aprendida sea inolvidable. Está bien pensado, tu profesora es muy didáctica. Y ahora, veamos… ¿Qué podrías llevar a clase? - La señorita nos ha explicado que una vez un niño llevo un trozo de tela de una momia. Dani abrió los ojos extrañado y me preguntó: - ¿la tela de una momia? ¡Vaya idea! ¿De dónde quieres que saque yo un trozo de tela de una momia egipcia? No, me temo que tendrás que conformarte con llevarle a la señorita algo más sencillo, alguna fotografía por ejemplo. Entonces, un poco entristecido, le dije a Dani que no quería llevar algo sencillo, que quería llevar alguna cosa que dejará con la boca abierta a todos mis compañeros, y Dani me dijo que él no tenía ningún objeto extraño para dejar con la boca abierta a los compañeros. Me propuso que llevara el CD el gallo máximo compilation. Le dije que no, que no valía la pena llevar una cosa que no pudiera dejar con la boca abierta a nadie, y que prefería no ir a clase el viernes, y Dani me dijo que se estaba empezando a cansar de que no me conformase con nada, y que le entraban ganas de dejarme sin mi merienda preferida: ¡mis tostadas!, y que mi profesora tenía ideas muy enrevesadas; y empuje mi móvil de última generación un poco cabreado hacía donde él estaba. Dani me preguntó si tenía ganas de batalla y yo me puse a llorar, y en esas que llegó Edgar. - ¿Qué pasa Gallo? –preguntó Edgar-. ¡Gallo! Deja de llorar y explícame qué te pasa -Ocurre- dice Dani- que está cabreado porque no tengo un trozo de tela de momia. Edgar nos miró a Dani y a mí extrañado, y nos preguntó si estábamos haciendo ya los preparativos del Carnaval. Entonces Dani se lo explicó, y Edgar dijo. - Pero, bueno, Gallo, porque no le dices a tu señorita que se deje de tantas palabras y escuche más música y se ponga a bailar nuestra canción: ei brother! Venga Gallo no hagas un drama de una cosa sencillita. Mira, en mi casa tengo recuerdos súper interesantes de mis viajes. Por ejemplo, una gran concha marina que encontré cuando estuve de viaje en la Riviera Maya, también tengo el parche con la imagen de una carabela y la pata de palo del terrible pirata barba de fuego. - ¿Es cierto? – le pregunté a Edgar-. Esa pata de palo vale más que todo el ropaje al completo de la momia. Además también tengo una foto del pirata navegando en un viejo galeón. Yo le dije a Edgar que no sabía si la pata de palo dejaría a mis compis con la boca abierta, pero Edgar me dijo que cuando yo les explicase la historia del Pirata sino se quedaban con la boca abierta se quedarían todos muertos de miedo. Al día siguiente Edgar apareció con el parche tatuado con la carabela, la pata de palo y la fotografía del pirata barba de fuego. El viernes me marché a la escuela, la mar de feliz, con mi pata de palo, el parche y la fotografía del pirata en el galeón. Cuando llegué a la clase, todos mis compis estaban allí, y me preguntaron todos qué había llevado, menos mi amiga Ali maravillas que ya lo sabía. - ¿Y vosotros? – pregunté. - ¡Ah, yo lo enseñaré cuando nos lo pida la seño!- me contesto el más listillo de la clase. El resto tampoco querían soltar prenda, salvo Máximo, que nos enseño un viejo mapa. - Es el primer mapa meteorológico que salió en prensa, en el The Thimes de Londres- nos explico Máximo- que mi tío Carbó me ha prestado, dice mi tío Máximo:- que sobre el mapa se trazaban las isobaras para mostrar los datos de presión, flechas con la dirección de los vientos, puntos que indicaban el estado del mar… Entramos en clase. –Bueno –dijo la profesora-. Veamos lo que habéis traído. Poned todos los objetos encima de la mesa. Entonces todos sacamos los objetos y cosas que habíamos llevado. Y la profesora nos dijo que los fuésemos mostrando a los compañeros. Yo he traído un reloj- dijo Ali maravillas, con una gran sonrisa en los labios. Es un reloj de arena que te traslada en el tiempo, que mi padre trajo del desierto del Sahara. - ¿Un reloj mágico? –preguntó la maestra-. ¿Y tu padre Ali sabe que lo has traído a la clase? - No, señorita- dijo Ali- Pero cuando le explique que usted nos pidió este ejercicio, seguro que no se enfadará. Seguidamente la profesora vino hacía mi pupitre y miró todos mis objetos y cogió la pata de palo y enseñándola al resto de los compis dijo y ahora el Gallo nos explicará la historia de este palo de water ball. Sin poder reprimir mi llanto, comencé a llorar y llorar y, la profesora se quedó con la boca abierta. Debía haber sido una clase muy interesante, y gracias al desconocimiento de la profesora me entraron más ganas que nunca de irme a navegar al mar muerto. Para animarme un poco y no hacer una tragedia, recordé las palabras de Edgar: ¡que suene la música y vuelen las palabras! Badalona, 20 de enero de 2014

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