MEFISTOFELES


Hace poco removí los apuntes de la universidad, mientras repasaba aquellos años, acudieron a mi mente algunos de sus ilustres profesores como José Maria Valverde, Rafael Argullol o Manuel Cruz. Las ideas, la estética y la historia gestando una nueva generación de futuros ciudadanos. Ellos, filósofos dialogando, elucubrando argumentos y tesis. Entre los papeles del pasado, me encuentro con unos apuntes subrayados de Rafael Argullol:”...en los ambientes humanistas de Florencia, Prometeo se convierte en símbolo de la capacidad creativa y de la potencialidad divina del hombre. La ambición fundamental del hombre renacentista es descubrir, revelar, mostrar. El Renacimiento sitúa al hombre en un escenario sin márgenes. De esta manera quedan abiertas todas las puertas del descubrimiento y de la creatividad. El Renacimiento lega a los siglos posteriores un sueño de totalidad por el cual el hombre puede alcanzar un saber universal. Más en el sueño de la totalidad se halla incrustada la tiniebla de la nada. De la conciencia de esta doble dimensión surge el alma fáustica. Fausto, el hombre moderno encaramado al nuevo escenario sin límites, se independiza de Dios, se siente héroe de su libertad, está dispuesto a llegar los confines de su conocimiento. Asume plenamente el principio prometeico, aunque percibe su riesgo, su contrapartida: Mefistófeles. Si en la Divina Comedia el cielo y el infierno se hallan situados en el más allá, en Fausto están alojados en el mundo y en el hombre mismo, el cual se debate entre Prometeo, la gran afirmación de la potencialidad humana y, Mefistófeles, su gran negación…” Me quedo unos segundos en silencio, como si acabará de descubrir un tesoro. Continúo leyendo: “Christopher Marlowe, en su libro La trágica historia del doctor Fausto, expone ya las características del alma fáustica al presentar a su personaje como un símbolo del ansia transgresora por conocer y poseer enteramente. Fausto pacta con Mefistófeles el conocimiento y la posesión, aceptando el precio de su condena final. El talante de Fausto requiere la presencia de Mefistófeles, la otra cara, abismal y destructiva, del deseo humano de alzarse hasta lo divino. Lo curioso es que, tantos años después, estos viejos apuntes hayan aparecido entre mis manos. Cuando miro hacia el pasado y recuerdo aquellos años de aprendizaje y conocimientos, pienso que el alma escindida de Fausto se proyecta con más fuerza que nunca en el hombre actual, agigantado su capacidad destructora, incapaz de reconquistar el equilibrio entre el hombre y la naturaleza, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas, entre la ciencia y la consciencia, entre la posesión y la libertad, entre el federalismo y la independencia. Hoy, en la carrera de la humanidad, gana Mefistófeles, Prometeo detrás intentando alcanzar la meta.

@paraulesambaroma

Badalona, 18 de juliol de 2017


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