CENIZAS DERRAMADAS
















En el rectángulo de la sala, un grito de luz, rojo. Presencia de fuego entre corrientes de aguas heladas. Por mis ojos entra el calor de la alegría y el cuerpo distendido resplandece presente entre bocas hastiadas. Abro mi alma, entera, clamando un ruego de auxilio, para cerrar la herida abierta por la ausencia, e intento pronunciar su olvido y no puedo, y en cada intento, el rojo fuego, cobra toda su fuerza y vigor. El rojo se desenvuelve cómodo entre desfigurados silencios de palabras contenidas. Yo no puedo hacer nada, ni tan solo un gesto o una señal que muestre el nudo de mi alma. Sólo me queda esperar otro tiempo, otro encuentro en el rectángulo rojo de las cenizas derramadas.  

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