LA VERDAD

Miré sus ojos y conocí el sabor de la verdad. Recordé que la luz del día no es suficiente para examinar el alma de las personas y conocer lo que verdaderamente pueden llegar a ocultar en su interior. No dude de sus palabras. Las mostró sencillas y transparentes como el agua. Y al observarlo como quien mira apasionada una pintura clara, rodeada de luz, descubrí el poder de la verdad eterna.

Esa verdad, opuesta al mundo de la falsedad, de las ilusiones, de las apariencias, que se abre al mundo y muestra su ser desnudo de ambigüedades, de mentiras, de engaños... El ser desvelado, concreto, desde su centro emocional. El corazón. Aquí es donde la verdad queda protegida de toda falacia y falsedad. Y convertida en verdad trascendental permite al ser ascender al entendimiento divino de toda verdad existencial.

Miré sus ojos y descubrí una realidad oculta, sagrada, que acercó su verdad a la mía. Y fue entonces bajo esa revelación cuando la verdad se convirtió en la verdad poética del lenguaje. El lenguaje y la verdad, la verdad y el lenguaje ligados en una danza confidencial que permite designar la verdad más allá de todo sentido, de toda razón; es la palabra, que habla desde el interior, sintiendo sin decir, diciendo sin fingir. Es ese mundo libre de artificios, de encrucijadas el que permite acercarse al ser, contemplar su integridad y descubrir los lazos afectivos que lo nutren; es la verdad creativa que nos acerca al centro de la palabra, al viaje poético que inicia el ser desde la verdad de sus sentimientos. La verdad poética que se abre paso hacia dentro y fuera del ser, en su silencio y en su revelación, en su luz y en sus tinieblas. Es el encuentro del ser, la presencia total y absoluta con todos sus contrarios. Es la verdad poética convertida en esencia, en permanencia, en autenticidad. Y así, el hombre verdadero, honesto, llega con su verdad, con su palabra, a todos los demás; y su plenitud y su luz cobran sentido más allá de cualquier acción, más allá de cualquier palabra.

Miré sus ojos y lo encontré. La verdad sustancial revelando el misterio de lo indecible, de lo innombrable. Es en esta experiencia profunda donde las palabras se desnudan de todo significado, y el alma acoge en el último momento el conocimiento interior de lo eterno. Con los ojos llenos de una existencia caduca el hombre por fin accede a la verdad primera y última del ser, allí donde las palabras suenan muy lejos.

Badalona, 26 de abril de 2013

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