LA CELEBRACIÓN

Como una estela de sueños inacabados la cola de invitados se extiende hasta el infinito. En la puerta los centinelas de la noche, David vestido de gris y nieve, y Eduardo de negro y mar, nos dan la bienvenida.

Las estrellas caen sobre la ciudad de Badalona. Almas ilusionadas reunidas para la ocasión. Música y aire de fiesta. Rostros de hoy y de ayer, rostros conocidos, anónimos como llamas avivadas en el fuego fausto de la celebración. Las palmeras flirtean con la luna. Las estrellas tímidas y coquetas miran como los invitados deslizan por la pista de baile, los pasos de su júbilo festivo. Palmeras de cielo, calor alegre de verano, noche seductora con vestido de gasa y tul; el aire acaricia los sentidos, es el viento de risas heredadas en el tiempo, risas añejas, risas jóvenes, carcajadas de primavera.

Y él, desde su mundo reservado y sensato, selecciona canciones de aquí y de allá. Hechicero nocturno de deseos que vuelan a la orilla del mar. El aroma de las notas musicales se acomoda entre los pliegues de la piel y un perfume con olor a orquídeas, naranjo, anís, jazmín, vainilla secuestra la memoria del olvido. El ritmo colorea de plata sus canas y el tiempo detenido en sus manos y en su ánima proyectan la obra de su alquímico encantamiento. La perfección del aire rozando el rostro del hombre afanoso que deposita sus ojos en el interior de la caja de música, y sus ojos convertidos en emoción impregnan de sentimiento el nombre de su marca. Trabajo firme. Manos de equipo ligadas en visiones de eternidad. Han pasado años calurosos y fríos; han transcurrido lunas y estaciones; días de sol y tardes de lluvia; otoños de ilusiones y veranos de sal; y cada una de las almas ha tatuado su piel con la inicial de la marca: la catedral del baile levantada con peldaños de amistad, de encuentros, de aventuras, de enamoramientos, de aquello tan grande llamado Amor. Y alrededor de su atalaya los amigos, los de siempre, los de antes, los de ayer, los de ahora, los conocidos, los desconocidos y los ausentes, los que estando lejos no se olvidan.

El recuerdo de una amistad abre el álbum de las fotografías escondidas. Veo un ángel, moreno y risueño, en la fotografía en blanco y negro, de un pasado lejano. Veo un ángel de rostro dulce con ojos pequeños. No me puedo entretener demasiado pero por un instante me deleito viendo sus manos, sus labios dulces. Es como si la noche quisiera regalarme otra vez todas sus imágenes.

Las estrellas caen sobre la ciudad de Badalona. Bailar. Dibujar una T en el cristal. Crear palabras en el aire. Las palmeras majestuosas, el olor del mar impregnado en los cabellos, el verano seductor, el baile caribeño, el brillo de la noche y la música arrollándonos bajo la caricia de una felicidad imperecedera. La música nos acomoda fuera del tiempo y en ese nuevo lugar basta inspirar profundamente la esencia de la satisfacción para saber que tenemos la suerte de haber vivido un mágico acontecimiento.

La fiesta, el ocio, la celebración, la belleza han escrito un nuevo amanecer. Afuera, los centinelas de la noche, son las figuras nobles, que protegen los secretos de una larga tradición.


Badalona, 19 de junio de 2013

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