EL COLLAR DE BODA



 
Es mi último cumpleaños de soltera. Hubiera preferido irme con mis amigas, la verdad de farra a Ibiza, o por lo menos a Croacia con Ryanair, como lo hacen los guiris, que para eso están los vuelos baratos, pero Amancio ha preferido montarme una fiesta en el patio de sus padres. Son bonitas las noches de verano, dice, a la fresca, con luces de colores y velas. Amancio se ha encargado de todo. Hay canapés de paté y sobrasada, tortilla de patata con cebolla y sin cebolla, patatas chips, jamón pata negra y cava. Están todos. Demasiados, me digo. Tampoco hacía falta invitar a toda la parentela. Mis amigas se han puesto sexys, en ese alarde de piel que dan los primeros calores, y con esa fe en que igual si que esté es el verano del amor. Aunque esta noche lo tienen claro, entre los invitados, hay poco inventario para ligar.

Amancio pide silencio. Se va a poner romántico, me digo. Se me hincha el corazón y se me corta la respiración, al verle de pie pidiendo atención a los presentes. Explica que ha tenido la brillante idea de convertir mi cumpleaños en despedida de soltera y que los regalos con que, de repente, aparecen todos, son regalos de boda.

Hay que joderse, me digo. Puta crisis. Me he quedado de un plumazo sin farra Ryanair y sin mis regalos de cumpleaños, bolso, colonia, camisetas o vestidito de verano…. Y es que mi Amancio es muy apañao.

Así que voy abriendo paquetes y aparecen la batidora y la tostadora, un mantel muy chic del Zara Home, un cuadro abstracto, unos candelabros sin velas, pero Oh! la Trini anuncia que ella poniéndose en mi piel, ha decidido pensar sólo en mi, mi amiga del alma, y ofrecerme una joya de la tienda esa de la película, del Tiffany, que parece que han abierto en Passeig de Gracia. Y explica a todos, que gracias al préstamo que le ayudó Amancio a conseguir, le va muy bien en la tienda de zapatos, y que por ese motivo ha querido mostrarme su gratitud con algo valioso que espera lleve el día de mi boda.

Abro la caja y me encuentro con un collar de diamantes. Me siento en la silla impresionada por semejante detallazo; como no me he puesto las gafas no atino a verlo bien del todo. La fiesta acaba pronto, menos mal, y Amancio y yo volvemos con el coche, atiborrados de paquetes a casa.

Hoy me he levantado tarde y ya con gafas, y a la buena luz de la mañana he ido a inspeccionar el collar. Y mira tú por donde, el broche está negro y renegro. Eso ni plata, ni Tiffany, ni nada de nada, baratija de bisutería barata, chinos al por mayor o vete tú a saber…, la mala pécora… Menudo discursito de agradecimiento!

Badalona, 17 de junio de 2014

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