ESCRIBO


Escribo,

por Paraules amb Aroma

 
Escribo para estar sola, para perderme en la soledad, para perderme del mundo real en el que vivo. Escribo porque la vida no se vale por si misma. Escribo para subir de los infiernos a los cielos. Escribo para entrenarme y dar cada día una nueva brazada.

Escribo para entender, para saber, para conocer y conocerme. Escribo por mí y para mí.  Escribo para meditar, para reflexionar, para perderme en el laberinto y no salir de él, para inventar historias de indios, vaqueros, ángeles, caperucitas y las mil maravillas. Escribo para amar y para que mis pequeñas palabras sean amadas. Escribo para disfrutar, para gozar, para reír; para fijar la memoria, para resurgir los recuerdos y avivar las imágenes: Atenas y el silbato del policía por la piedra guardada de la Acrópolis; los carromatos sin rueda de Madeira y el verdor de sus paisajes… Escribo por afición o por aflicición. Escribo porque sueño despierta. Escribo porque es mi forma de vivir, de ver, de viajar; escribo para jugar, para hacer piruetas de colores en el papel nevado de mi mente, y porque mi cabeza conversa mejor con las manos que con la boca.

Escribo porque me gusta sentir las letras entre mis dedos, el decir de la palabra, y porque cada vez es la primera: porque cada vez hay que romper el miedo de la página muda y el temor de los primeros minutos callados hasta que, en un momento, todo aparece en una nueva palabra, alegre, triste, dinámica, cansada, arrogante, humilde, simpática o caprichosa; sólo la necesidad de permanecer en ese instante, en esa historia apunto de deslizarse. La palabra convertida en agua y cada historia, el rió que las transporta. Escribir como acto de libertad, porque escribir es el acto más poderoso que se conoce para ejercitar la libertad.

Escribo. Escribo poco, escribo cinco o diez minutos cada día, pero escribo. Escribo para aprender lo que no sé, para seguir aprendiendo, para llegar a países lejanos, para penetrar en el silencio del alma. Para sentir, como decía el poeta, que soy más fuerte que las circunstancias, que soy más fuerte que yo misma.

Escribo porque no sé escribir y cada letra es un nuevo aprendizaje, una nueva ventana abierta al mundo para ver, para descubrir una nueva historia. Escribo porque me gustan las palabras y me gusta inventar palabras; escribo porque es como enviar un mensaje en una botella esperando que llegue hasta la orilla. Escribo porque leo. Escribo porque mi curiosidad quiere saber que pasará a continuación. Escribo porque como dice Andrés Neuman, la muerte es un argumento difícil de entender.

Cuando viajo en metro siempre fijo la vista en el libro de la persona que tengo sentada  delante de mí. Y no paro hasta que mi curiosidad queda literariamente saciada. Y entonces llego a casa, enciendo el ordenador, y sacio mi curiosidad descubriendo la sinopsis del libro.

Recuerdo que en una entrevista preguntaban al escritor Fernando Iwasaki porqué escribía: -“porque el hechizo de la literatura es fulminante y a mi me hace ilusión ser aprendiz de aquellas magias”.

Escribo un folio blanco hasta llegar a su final que es el principio de un nuevo final. En el principio fue el verbo, así lo sentencia San Juan en su evangelio. La palabra que conforma el mundo, el nombre que lo explica todo por honor a las musas, a los héroes, a la luz, a la verdad, a la belleza, al amor.

 
Badalona, 3 de noviembre de 2014

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