AZULES, GRISES O NEGROS


Abro el libro de mi vida y de golpe me encuentro con sus ojos. Sólo él y yo sabemos cuál es su color. Sus ojos hablaban tan bonito que todavía resuena su voz dentro de mi corazón. Si ya sé que puede sonar algo cursi, pero que le vamos hacer si abril me torna melosa, y me trastoca.

Y sus ojos aparecen (interrumpiendo la conversación) en mi mente y me miran fijamente sin pestañear. Los miro, los reconozco. Recuerdo como sus ojos incendiaron mi mundo, como cortejaron mis entrañas, y siento que, poco a poco, me voy alejando de todas las voces cercanas que me acompañan.

Respiro hondamente y su mirada me traspasa llevándome hacia otros soles, hacía otros abriles, hacia la selva nocturna del pensamiento. Bajo la luna, entre los árboles, nos enredamos. En el recuerdo, en el soñar, sus ojos absolutos ahogándome en el infinito mar.

Todo está dentro. El mundo está ahí y él está en mi mundo. Su mirada y yo paseando por un mundo más extenso, por unas calles que dan directamente a la orilla del mar. No hay nadie a nuestro paso. Ni siquiera el silbido del tren rompe la magia del encuentro. Nos adentramos en la madrugada, en la hora amorosa de la noche, en el nervio del tiempo, en un mundo extraño, en las profundidades de la mente, tan misteriosas, y nos miramos.   

Sigilosamente me despido de sus ojos sin hacer ruido. Regreso de mi invisibilidad llenando la copa de cava con el destello de una mirada negra, gris y azulada.


Badalona, 4 de abril de 2016

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