UN VIEJO CAFE


Bajo por la calle Pelayo y tuerzo a la izquierda. Me encuentro con un viejo café, abarrotado de gente, unos conversan, otros callan y otros miran estudiosos el mapa de la ciudad. La tarde tiene una luz enamoradiza, una luminosidad que habla e inspira. A veces parece que las coincidencias se vuelven cómplices del destino y suenan ruidosos cascabeles de armonía en el pensamiento excitando la imaginación. Aparece el mismo sueño azulado, encuentro frontera entre el tejido y la irrealidad. Mente entrometida, cotilla, preguntona, sí, investigadora de su alma y de su silencio, cerebro ansioso, neuronas hambrientas, ojos letrados, propósito que arduamente sostiene el edificio de la permanencia; complicada armadura, forjada de dificultades y marañas y tramos camuflados y pendientes y puentes levadizos y argucias embaucadoras de todo tipo. ¿Será así como se construyen ciertos divertimentos? Se trataría de seguir al duende travieso, ir siguiendo su rastro, su senda, sus pistas hasta caer en el pozo y enmudecer. En este juego todo es válido; me encuentro sentada en el café, entre los turistas rojos y los camareros blancos; leo el poso, oráculo de amargos sentires, y entre las gotas desparramadas veo su sonrisa boba elevarse como un inflado globo azul.

@paraulesambaroma


Badalona, 15 de marzo de 2017

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