LA HISTORIA DE ROBERTO

LA HISTORIA DE ROBERTO,
A Roberto lo conocí una calurosa tarde de junio, en la entrega de los premios literarios que se celebró en el antiguo y reformado Teatro Zorrilla de la ciudad de Badalona. Entre las cortinas rojas aparecieron unos ojos verdes pertenecientes a un enigmático hombre de cabellos grisáceos. Creo que sus manos sostenían un periódico y una bolsa de la librería Saltamartí. Sus ojos no coincidieron con mi indiscreta mirada pero intuí que sus pasos se dirigían hacia la fila donde yo estaba sentada. En estos momentos no recuerdo cual fue el programa de actos, quizás se recitasen poemas, quizás se leyesen textos de diferentes escritores, quizás se representó algunas pieza teatral, quizás yo perdí la memoria en aquella tarde primaveral. Al sentarse en el sillón contiguo al mío sentí que su aroma de colonia traspasaba todos mis estratos celulares. Al terminar la entrega de premios, los asistentes fuimos invitados a zumos, coca colas, naranjadas, y cava, y a letras mayúsculas de chocolate, todo un abecedario dulce de leche y de chocolate blanco y negro; letras desordenadas colocadas en bandejas redondas y doradas que hacían juego con el líquido que los camareros iban llenando en altas copas de cristal. Allí escondida entre todas las letras desordenadas, una palabra me guiñó un ojo: destino. Al girarme para coger una bebida y alejarme de mis juegos gramaticales, sentí como un frió inesperado se estrellaba contra mi recién estrenada blusa. Tres veces escuche la palabra perdón. Delante de mí, Roberto, no paraba de implorar todo tipo de disculpas. Me dirigí corriendo hacia el servició para delimitar el territorio de la mancha. Cerré la puerta con el pestillo para que nadie pudiese entrar mientras intentaba minimizar los efectos visuales de aquel inesperado accidente. Cuando volví a la sala un Roberto abnegado me esperaba con una copa de cava en la mano.

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