PLUMAS


Una pluma en el suelo. Repartidores de diarios a la salida del metro. Los gatos callejeando permitiendo que sus maullidos pirueteen los tejados de la ciudad. Los niños haciendo giros con el monopatín. Los enamorados y los pingüinos afectivos. Sola, imaginativa mirando las nubes. Las formas que fantasea mi mente, todos las partes del cielo forman un nombre. Los barrenderos aplicándose en su actividad matinal; las aceras relucientes. En la acera de enfrente los ancianos bostezando la mañana. En el parque flores de mil colores y aromas traqueteadas por el viento, exhalan palabras inaudibles. Es el frío que las achica. Alboroto de rosas rojas, balbuceo de amapolas. A través de la densa arquitectura urbana, de las calles, de los edificios, se eleva el monumento transformado, la magia del poeta. En sentido contrario, dirección mar, la estación. Gente activa y madrugadora. Badalonenses intemporales. Ciudadanos, turistas, inmigrantes. Caminan, corren, hablan. Conversan de política y de temas de actualidad, del frío que este invierno se ha retardado, de las pensiones, de la subida de la luz y de lo mal que va el mundo, de la falta de humanidad. Las personas simulan tener prisa, todo pasa fugaz. Mi movimiento también es rápido, agitado, ligado al paso de mi propio pensamiento. Badalona, ciudad de Venus. Badalona, ciudad de poetas; ciudad de talento. Impactos de luz sobre el mar azulino. Me paro. Sentada en un banco de la estación contemplo el incansable devenir de la vida. El alma de la ciudad, sus ciudadanos. Palomas perdidas picoteando las aceras en busca de pan. Hormigueo de jóvenes cimbreando las caderas, vaporosos deseos resbalando la piel adolescente.  Aspiro la juventud perdida. La constatación de que mi piel va encogiéndose tras el ágil transcurrir de la vida.
Badalona, 16 de enero de 2019

#paraulesambaroma

Comentaris