VALENTINA Y LA NIEVE


VALENTINA Y LA NIEVE:
Mamá me dijo que el sábado iríamos a comprar cosas para la vuelta al cole.
-¿Qué cosas?- me preguntó el abuelo.
-Muchas cosas-le respondió mamá-. Entre algunas, una mochila nueva con ruedas, un estuche de colores, una camisa blanca y una falda azul marino.
-¿Otra camisa?-preguntó el abuelo-. ¿Pero se puede saber qué hace tu hija con las camisas?
- Las ensucia -dijo mamá. Las mancha con tinta de pluma.
El sábado fui de compras con mamá y nos discutimos un poco por lo de las camisas, porque yo quería una muy divertida con manchas de vaca, pero mamá me dijo que esas no estaban permitidas como uniforme en el colegio, pero me puse tan cabezona que mamá me dijo que me compraría una para las vacaciones, para cuando fuéramos a la playa.
El vendedor de la tienda era muy guapo, tenía los ojos chiquitos; me hizo probarme unas cuantas camisas y le explicó a mamá todas las clases de tejidos, pero mamá no acababa de decidirse, hasta que por fin decidió que nos quedaríamos con una camisa blanca sencilla y también de las más baratas por qué le dijo al vendedor que a mí me encantaba ensuciar las camisas con manchas de tinta. Claro que mi mamá no le explicó al vendedor que la profesora, la Sra. Alejandra, nos hacía escribir a pluma y que eso no es nada fácil, tienes que apretar muy fino porque si no enseguida se te dobla la punta y la tinta salpica.
Luego mamá me compró una mochila con ruedas muy grande para que me cojan todos los libros y mi merienda preferida chocolate milka con galletas campurrianas. Y después mamá me compró un estuche con rotuladores que llevan purpurina, una goma de borrar que es una vaca con manchas de color lila, un lápiz que parece una varita mágica y otra pluma por qué a la última le volví a torcer la punta y no escribe bien.
Cuando, por la tarde, el abuelo vio todo lo que me había comprado mamá, me dijo que esperaba que no me volviera a manchar la camisa y yo le prometí que tendría mucho cuidado. Y es verdad que soy muy cuidadosa con todas mis cosas pero antes de cenar estaba dibujando con el lápiz nuevo en forma de varita, y se me partió por la mitad, y el abuelo me regaño, me dijo que no prestaba atención y que siempre estaba en babia. Mamá desde la cocina nos preguntó qué había sucedido, pero el abuelo no le chivó que había roto el lápiz.
La vuelta al colegio es el lunes que viene, yo, papa, mamá, el abuelo y la abuela, volvimos de vacaciones hace apenas una semana, y ya las echo de menos.
Las vacaciones fueron geniales. Estuvimos veraneando en La Molina y yo me lo pasé bomba con la nieve; aprendí a esquiar e hice muñecos de nieve, gané un concurso de dibujo que organizaron en el hotel, y me dieron dos libros y una muñeca super bra. Y además me puse muy morena por el sol, porque hizo un tiempo estupendo y se me quedó en la piel un bronceado genial.
Cuando llegué a casa hubiera querido enseñarles a mis amigos lo morena que había venido de la nieve, pero algunos todavía no habían regresado de sus vacaciones. Ángel no está; va todos los años con sus padres al pazo que tienen sus abuelos en un pueblo de Vigo.
El señor Ramón, que es el tendero del barrio, me dijo al verme que me había puesto muy morena y que me sentaba muy bien, y me dio unos caramelos de fresa y nata.
Pero yo pensé que para cuando empezara el colegio ya estaría otra vez blanca como la leche.
-¡Cuando vuelva al cole estaré blanca del todo como la nieve!- le dije a mamá.
-Y eso que importa- me dijo mamá, pero como vio que yo me enfurruñaba, me dijo sabes que puedes hacer Valentina sal al jardín un ratito y toma unos rayitos de sol, así cuando vuelvas al colegio estarás todavía morena.
Así que acepté la sugerencia de mamá y salía al jardín con mis auriculares, claro que no es lo mismo que estar en la nieve, sobre todo porque un montón de nubes estaban cruzaban el cielo y el sol brillaba por su ausencia.
-¡Valentina! ¿Qué haces tumbada en la hierba? ¿No ves que va a empezar a llover?
Mamá dijo que la iba a volver loca y yo pensé que la que me estaba volviendo loca era ella a mí. Así que volví a entrar en casa. Papá estaba mirando la Tablet, me miró y me dijo que me había puesto muy morena pero a mí me sonó a broma.
-¡No estoy morena! ¡Cuando vuelva al colegio voy a parecer un oso polar! ¡Quiero volver a la nieve!
-¡Valentina! – dijo papá-. ¡Vas a hacer el favor de dejar de decir tonterías! Si sigues diciendo estas cosas, te vas a marchar a tu cuarto sin cenar.
Y entonces me enfadé y dije que me iría a la nieve yo sola, y que prefería tener fiebre antes que ir al cole blanca igual que las camisas, y mamá vino hacia mí y me dijo que estaba algo cansada de tanta tontería, y que si no me portaba bien, las próximas vacaciones me iba a quedar estudiando en casa, y que me buscaría un buen profesor de matemáticas.
-Tú me has dicho que si salía al jardín podía tomar el sol- le dije a mi mamá-. ¡Y no me he tostado ni un pelo!
-No seas contestaría –me dijo mamá, pero se echó a reír y me cogió entre sus brazos y me dijo que estaba muy morena y que seguro que sería la niña más morena de toda la clase. Luego me dijo que me fuera a mi cuarto a jugar hasta la hora de la cena.
En la mesa papá me empezó hacer tonterías y me hizo reír. Mamá hizo de postre flan con nata.
Al día siguiente el señor Ramón nos informó que el Sr. Don y la Sra. Dana ya habían regresado de vacaciones, que la Sra. Dana había ido a comprar a su tienda algunos alimentos. El Sr. Don y la Sra. Dana son nuestros vecinos. Viven en la casa de piedra que está junto a la nuestra y tienen un hijo que se llama Leo, que tiene mi edad y el pelo un poco largo y unos ojos castaños chiquititos.
Y yo me quedé un poco decepcionada, porque me habría gustado que Leo me viera toda morena, pero no le dije nada a mamá porque no quería que se volviera a enfadar y a la noche me castigara sin comer mi flan con nata.
Como parecía que las nubes se estaban marchando, volví al jardín con mis auriculares,  y me tumbé en la tumbona y cada cinco minutos, salía corriendo al cuarto de baño para ver la evolución del color de mi piel, pero no había manera, no me veía más morena, volví al jardín y me volví a tumbar. Me quedé dormida un buen rato, cuando me desperté la cara me picaba, salí corriendo para el cuarto de baño. Me miré en el espejo y vi mi cara enrojecida como un tomate. Y, justo cuando salí al comedor, el Sr. Don y la Sra. Dana y Leo estaban en mi casa entregándole a mi madre un pequeño presente. Leo vino saludarme y yo me puse todavía más sonrojada.

Badalona, 14 de enero de 2019

#paraulesambaroma


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