VALENTINA Y LA PEÑA DEL PARARRAYOS






Montaremos una peña… La idea fue de David. Nos dijo en el recreo que acababa de ver una película donde unos niños formaban una peña y después hacían cosas divertidas, salir de excursión, ir a nada, investigar casos secretos, desvelar interrogantes, y descubrir a los malos y dice que en la película se lo pasaban bomba.
-          La peña se llamará la Peña del pararrayos. Nos reuniremos después de clase en mi patio, en el cuarto que utiliza mi padre como taller, que es muy grande – nos dijo David. La contraseña de nuestra peña será “¡Toruk!”.
Cuando llegué al taller, David, Juan Carlos, Sandro, Leo, Ángel, Anita y Sofía ya estaban allí. La profesora doña Alejandra me ha hecho quedar un rato más porque me ha estado explicando unos problemas de matemáticas que no entiendo; tendré que decirle a papa que me ayude porque me ha mandado más problemas para que los resuelva en casa.
-¿La contraseña?- me preguntó Ángel, mientras acababa de meterse en la boca una jícara de chocolate.
-Toruk – dije.
-Pasa – me dijo.
El taller del padre de David es genial. Vamos allí a jugar muchas veces; hay latas de pintura de muchos colores,  un tocadiscos antiguo, tebeos, revistas, herramientas, neumáticos viejos y un coche sin ruedas pero al que le funciona todavía el claxon ¡Piii Piii! ¡Piii Piii! ¡Piii Piii!
“Nos reuniremos dentro del coche”, había dicho David. Me ha dado la risa con David: había sacado de su cartera una capa roja  con una S y una L detrás y unos pantalones anchos azules. Sus padres son muy ricos y siempre le compran todos los juguetes que él quiere.
-Pareces el personaje de Superlópez sólo te falta el bigote- le dije a David y le hizo gracia y nos pusimos a reír.
-Ésta es una peña secreta – dijo David-y como soy el jefe de la peña, tengo que ir disfrazado.
¿El jefe? –dijo Juan Carlos- ¿Tú estás de broma, no? ¿Por qué vas a ser tú el jefe, a ver explícanoslo?    ¿Sabes que pareces con esa capa?
-          Pues no –dijo malhumorado David-. Porque soy yo quien ha tenido la idea de que formemos una peña. Por eso, yo debo ser el jefe.
Entonces llegó Anita. Anita sale siempre del cole más tarde que los demás. Como es la más inquieta de la clase a veces tiene problemas con su profesora y la castiga y le manda hacer líneas y líneas.
-¿La contraseña?-le preguntó Ángel.
-Toro- contestó Anita.
-No- dijo Ángel-. Tú no entras. ¡Ésa no es la contraseña de nuestra peña!
-¿Cómo qué no?- dijo Anita-. Déjame entrar ahora mismo, sabelotodo.
- Pues no, no puedes entrar –dijo Sandro-. Entrarás cuando te sepas la contraseña. ¡Faltaría más! ¡Ángel, vigílala que ésta se nos cuela!
-Yo- dijo Juan Carlos-propongo que elijamos democráticamente al jefe. Pinto, Pinto, gorgorito…
-¡De eso nada! – dijo David-. En la película, el jefe era el más valiente y el mejor vestido. No hay  más que hablar. ¡El jefe soy yo!
Entonces Juan Carlos le dio un empujón. A Juan Carlos le encanta pelearse. David pisó un neumático, metió el pie dentro de la rueda, se enredó con la capa y cayó al suelo de golpe.
-          Bueno, pues sabes qué, ya no eres de la peña – dijo David-, Juan Carlos.
-          ¡Bueno!- dijo Juan Carlos-. ¡Prefiero volver a mi casa a jugar con la Tablet que me ha regalado mi hermano!- y se dio media vuelta y se fue.
¿loro? –preguntó Anita, y Ángel le contestó que no, que no daba ni una y que ésa no era la contraseña, y que seguía sin poder entrar.
-Bueno- dijo David-, tenemos que pensar qué vamos a hacer. En la película, los chicos forman un grupo de detectives y buscan pistas y viajan en avión, en tren, en coche, pero sobre todo se mueven en bicicleta.
- Yo no podría montar en avión –dijo Sofía-. Hace poco que mis padres me dejan cruzar la calle sola.
- En la peña del pararrayos no se aceptan cobardes…- gritó David.
Entonces Sofía, dijo que ella era la más valiente de todos, que no tenía miedo, pero que ella se iba de la peña porque no quería que nadie le gritase y que la íbamos a echar de menos. Y se fue enfadada.
-          ¿faro? – preguntó Anita.
-          ¡No! –contestó Ángel mientras se comía otra ración de chocolate.
-Todos al coche- ordenó David-. Vamos a preparar nuestros planes secretos de acción.
Yo estaba la mar de contenta, me encanta subirme a ese coche viejo aunque los muelles sobresalgan de los asientos, como los del sofá que tuvimos que abandonar antes de comprar uno nuevo. Mi padre que es muy ecológico llamó a un número (901 114 115) para que vinieran a recogerlo y no estorbará en la calle.
-          Yo sólo subiré al coche- dijo Sandro- si soy yo el que se sienta en el asiento del conductor.
-          No, ése es el sitio del jefe- contestó David.
-          Tú no eres más jefe que yo –dijo Sandro-, y Valentina tiene razón, ¡pareces una caperucita roja con esa capa…!
-          Tienes envidia de mi disfraz, eso es lo que te pasa- dijo David.
-          ¿Ah, sí? Pues, si te pones así de tonto –dijo Sandro-, formaré yo otra peña secreta y nos cargaremos la tuya y seremos nosotros quienes viajemos lejos e investiguemos casos extraños.
-          Pues no, Sandro – gritó David-, el taller es de mi padre, así que os tendréis que buscar otro lugar.
-          Eso ya lo veremos-dijo Sandro, y se marchó también enfadado.
-          ¡terco!- grito Anita-. Ya lo tengo, ¡terco!
-          Espera- dijo Ángel-, no te muevas…
-          Y Ángel se acercó a nosotros-. ¿Cuál era la dichosa contraseña?- preguntó.
-          ¿Cómo?- gritó David- ¿Es qué tú tampoco te acuerdas del nombre de la contraseña?
-          Pues la verdad es que no, ¿y qué? – dijo Ángel-. Con esa revoltosa de Anita, diciéndome cosas todo el rato, se me ha olvidado…
David estaba muy cabreado.
-¡Pues vaya!¡Valiente peña de pararrayos estáis hechos! –dijo- ¿Pararrayos? Papagayos, eso es lo que sois…!
-¿Qué somos qué? –preguntó Ángel.
Anita se acercó. -Bueno, ¿puedo entrar a la peña, sí o no? – dijo.
David se quitó la capa y la tiró al suelo.
-No puedes entrar. ¡No has sabido la contraseña! ¡Una peña secreta tiene que tener una contraseña, como en la película! ¡Los que no saben la contraseña es porque son espías…!
-¿Y yo qué? –gritó Ángel-. ¿Crees que me voy a quedar ahí plantado todo el rato escuchando las contraseñas equivocadas que va diciendo Anita…? Además, ya no me queda más chocolate; tengo que regresar a mi casa o llegaré tarde a merendar.
Y Ángel se marchó.
-          No necesito tu permiso para entrar en la peña- le dijo Anita a David- ¡El taller es de tu padre! ¡Te puedes quedar con tu taller y con tus espías secretos!
-          ¡Ya estoy harto…! ¡Si os ponéis así de pesados, por mí podéis entrar todos y todas!-gritó David, casi lloriqueando-. ¡No sabéis jugar! ¡La peña del pararrayos la formaré yo solo! ¡Y no volveré a hablaros nunca más!
Anita y yo nos quedamos solas. Entones le dije la contraseña, para que ella no fuera una espía. Y nos pusimos a jugar con un balón. Le dije a Anita que entender a los chicos era muy complicado.
La idea de David de formar una peña ha sido un desastre.
Anita y yo salimos del taller de David, cruzamos la calle solas y la invite a mi casa a merendar chocolate con galletas campurrianas.

Badalona, 16 enero de 2019

#paraulesambaroma


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