LÍA



Lía bajó del autobús con alegría. Presurosa y con paso rápido camino hacia la dirección que le había escrito su amigo. Llevaba la dirección apuntada en un trozo de papel fosforito, la cabeza alta y la mirada risueña, a pesar que en el cielo empezaban a despuntar nubes oscuras. Estaba contenta. Por fin le había llegado una oportunidad. Cruzó una amplia avenida, camino por estrechas calles y deseo con todas sus fuerzas que la entrevista fuera bien, quería volver a casa y poder decir que había sido elegida para representar el papel. Enseguida encontró el teatro y se quedó perpleja al ver la inmensa fila de jóvenes que esperaban su turno. Ni por un momento se le cruzó por la cabeza que se fuera a encontrar con aquella cola infinita. De pronto su cara cambió de expresión, apretó los labios para contener las lágrimas que aparecieron en el escenario de su mirada, rompió la nota fosforita y la dejo caer al suelo. Una oleada de desánimo recorrió su cuerpo pero decidió no dejarse llevar por los efectos maquiavélicos del miedo, y esperar con paciencia su deseada oportunidad.


Badalona, 16 de octubre de 2012

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