TATUAJES DE PIEL

 
Se tatuó al compás de un bolero y con cada señal sintió el dolor de la ausencia. A fuera, en la calle, no paraba de llover. Se levantó de la camilla con su nombre tatuado en el brazo y con la tinta aún caliente comprendió que algunas huellas quedarían impresas por siempre, más allá de su piel.

Con el bolso en una mano y el paraguas en la otra deambuló por calles solitarias que acompañaron sus pasos de soledad. En su mirada distante se escondía el valor de un adiós definitivo. Con la melodía del bolero más nostálgico, volvió sobre sus pasos, para retomar la dirección correcta de su vida.

El dolor del brazo cada vez era más leve pero ella lo percibía con la fuerza de todos los recuerdos compartidos.

Llegó a casa acompañada por el cansancio de un destierro obligado y por unas letras que jamás se marcharían de su lado. Tras un insistente sueño, amaneció algo nublada; se dejó atrapar por la suavidad de las sabanas y por el ruido reconfortante de la lluvia. A fuera, en la calle, no paraba de llover pero él no estaba allí.



Badalona, 10 de octubre de 2012

Comentaris