NO SÉ QUE DECIRTE


No sé que decirte,

Mi alma necesita inspiración como el cuerpo necesita agua para vivir. El silencio se convierte en palabras y las palabras se transforman en ti. No sé que decirte, a ti. No sé de que poder hablarte. Camino, observo y escucho. Hay violencia en las calles y en el mundo. Intolerancia y cobardía. La venganza, casi siempre, quiere efectuarse, y la potencia se convierte en maligna acción ejecutada. Y el dolor se desliza por las calles, aceras de sangre alumbradas con filamentos de miedo. Libertad asesinada.

No sé que decirte, a ti. No sé de que poder hablarte. Hemos introducido al pueblo en un teclado y el mundo virtual ha evaporado cualquier atisbo de gloriosa bondad. La historia del progreso y la historia de la humanidad. Imposible desandar lo andado. Y la consecuencia es que hemos construido globalizaciones mundiales o locales que nos arrastran hacia sueños robotizados.

De pie, asomada a la ventana, de espaldas a otros mundos, veo el campanario de Santa María y su esférico reloj, veo el cielo limpio y los tejados enmohecidos de historias. De cara, a la ciudad. Y la ciudad me habla de ti, de tus calles y avenidas, de tus callejones y pasajes; de tus ojos oscuros y de tu corazón de Pegaso. De cara a la ciudad, la imagen alada de tus manos, el diminuto guiño de tus gestos, el escalofrió eléctrico dispersado cual gota de tinta en el agua. El abrazo clandestino que inspira el tiempo de hoy.

Es viernes y la gente ha desaparecido en las mesas de los restaurantes, en las cocinas, en los comedores. En una mañana así, mientras la humanidad tiene cita gastronómica, yo converso con mi otra. Mi otra y yo paseamos por una ciudad más llana, por unas calles que llevan directamente a la orilla del mar. La otra en este momento se detiene en los escaparates llenos de rebajas y sinsabores, ahora sigue el vuelo de una cometa perdida entre cables de luz. Penetro, con la otra de la mano, en la profundidad de la mañana, en el cenit del sol, en la caverna misteriosa del día, en la calma rápida de las horas. Paseamos, hablamos, jugamos. Las palmeras tienen un halo de alegría. Qué felices, la otra y yo, en un mundo invisible, en las barriadas de una ciudad alada, tan solas y tan contentas. Hacia la izquierda podemos encontrar rosas rojas, aromas justos y solidarios para un mundo limpio de venganzas, para un mundo sembrado de paz.

Badalona, 9 de enero de 2015

Comentaris