EL HOMBRE VESTIDO DE GRIS
El hombre vestido de gris,
Apago las luces del cuarto de las razonadas palabras, cierro la puerta y me marcho. Atrás quedan presupuestos y gestiones, posibilidades y oposiciones, mesas redondas o cuadradas, y letanías estancadas. Me evado lúdicamente, con un equipaje ligero en el alma, y entre soles y entre fluorescentes, recorro el tiempo con pausas. Un reloj sin agujas me detiene a merendar un rico chocolate con canela, y la música de Kenny Carpenter me invita a volar. Vuelo y atrás quedan Morera, Bufalá, Llefía o La Salud. Y aterrizo en otras tierras y al descender me encuentro con mi buena amiga la inventora, y me dejo llevar. Me coge de la mano y me conduce al lugar donde todo es posible. Un jardinero, un campo redondo, tres rosas, un lugar para cultivar, treinta y cuatro barrios, una ciudad para conquistar.
Apago las luces del cuarto de las razonadas palabras, cierro la puerta y me marcho. Atrás quedan presupuestos y gestiones, posibilidades y oposiciones, mesas redondas o cuadradas, y letanías estancadas. Me evado lúdicamente, con un equipaje ligero en el alma, y entre soles y entre fluorescentes, recorro el tiempo con pausas. Un reloj sin agujas me detiene a merendar un rico chocolate con canela, y la música de Kenny Carpenter me invita a volar. Vuelo y atrás quedan Morera, Bufalá, Llefía o La Salud. Y aterrizo en otras tierras y al descender me encuentro con mi buena amiga la inventora, y me dejo llevar. Me coge de la mano y me conduce al lugar donde todo es posible. Un jardinero, un campo redondo, tres rosas, un lugar para cultivar, treinta y cuatro barrios, una ciudad para conquistar.
Su nombre podría ser indicativo de pintor flamenco pero él prefirió dejar la P para otros menesteres, y yo
prefiero dejar su nombre en la recamara. El hombre, el joven, el niño está ahí,
sentado a mi lado. Lo percibo. El hombre coge el bolígrafo, lo sostiene, anota
palabras y lo vuelve a dejar encima de la mesa, el hombre trabaja con cifras y
letras, con líneas y columnas, con razones y geometrías, con papeles viejos y
damas caducadas. El hombre con camisa gris, corbata negra y traje diplomático,
en la redondez de una mesa, borra el azul, matiza el gris, crea el blanco,
inventa el negro, sueña el rojo. El hombre tiene los cabellos castaños, bien
peinados, poderosos, lógicos, insistentes, tenaces, y frente a la voz deja al
papel un protagonismo secundario. El hombre habla, argumenta, diseña proyectos,
los asciende, los detiene, medio sonríe, juega con la ambigüedad del puede ser
o no ser, se le enrojecen las orejas, se le ocultan los lunares, repite nombre
de lugares, incide, contesta, ataja, compra ideas y las vende, saborea
caramelos e infla globos cuadrados, acaricia las flores marchitas o las refuta,
y luego sigue replicando. El hombre está ante mis ojos, activo y duro,
infranqueable, decidido, entregado al vendaval de las ideas, hablando,
cuestionando, discerniendo, valorando. Uñas transparentes de intenciones, alma
de economía, ojos de razón, revoltijo de voluntad, metas, esperanzas, fe,
camaradería, caminos, flores rojas e ideología. El hombre habla claro de
barrios, de deseos y transformaciones, piensa en la corrupción y en fantasmas
vestidos de azul, teclea un móvil, tiene un corazón silencioso y un cuadro en
la cabeza, que va creando día a día, impregnando su obra de abnegada pasión.
Badalona, 22 de abril de 2015
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