LA FELICIDAD

La felicidad,

Llega de puntillas, coqueta y revoltosa. Parece como si la felicidad estuviese siempre a punto de echar a volar. Como si la palabra felicidad fuese una flecha lanzada hacia el futuro; pero el futuro es un pasado ejecutor. Un pasado que actúa como futuro. Creo en que volveré a ser feliz porque algunas veces lo fui en el pasado. Y creo que lo fui porque esa vez también creí que anteriormente había sido feliz.
Y entre pasados y futuros te encuentro y te contemplo en un viaje constante de instantes, mí querido presente. Sé que el tiempo pasa, pero tú me agarras con fuerza en este momento crucial. Nos miramos frente a frente en esta aventura existencial y giras mi cabeza para que no me entretenga con espacios muertos, que ya nunca volverán; me sujetas y me obligas a mirar el cielo, a llenar de aire toda mi capacidad pulmonar, a oler jazmines, lirios y gardenias, a sentir el olor tierno y risueño de un niño; a notar el olor de un libro, el olor de cada letra, ese revoloteo mariposero que me hipnotiza cuando me hundo en él; a percibir el olor de un hombre, cada uno con su olor, porque los seres tienen aura, que es el olor; el olor de sus tres “h”: honestidad,  honradez y hermosura, la fragancia de una personalidad que inquieta y desordena.
Me retienes y me obligas a saborear una roja rodaja de sandía. Saboreo un trozo de sandía y el día se vuelve apasionado. El rojo me devora por dentro y me ilumina como un rayo de sol. Se extiende su dulzor por todo mi cuerpo, y me siento más feliz. Me obligas a mirar los ojos con los que miro el mundo, por los que el mundo ha brotado en mí. Y conformo el exterior con la mirada limpia de pasados y ausencia de expectativas. Mi mirada y yo. Aquí y ahora. La mirada me posee y abre mis pupilas en este momento presente. La mirada de las preguntas, la mirada de la conquista, la mirada del amor, la mirada de la amistad,  la mirada de la libertad, la mirada de la honestidad, la mirada de una vida escurridiza. La mirada risueña de la felicidad.
¿Qué es la felicidad?
La felicidad es un delfín que salta de ola en ola. Un mar en calma, una apuesta de sol, las caricias de mi madre. Escribo en un trozo de papel un pequeño poema y un soneto de amor para ella. Los platónicos creían que la felicidad era posible en el mundo inteligible. Respirar cada mañana, mirarla a los ojos y ver su ternura aflorar del fondo de todo su ser, esa sensación de plenitud, de paz y de serenidad para cubrir los duros avatares de una vida. Las manos de mi madre, oficio de ternura y de bondad, homenaje a mi madre, por tantos momentos de auténtica felicidad.  
Me levanto. Ante el espejo del armario, vestida, me arrojo unas gotas perfumadas y salgo a la calle con la chispa de la felicidad.


Badalona, 27 de abril de 2015

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