HÉRCULES SE VA A MADRID


Miré el calendario y vi que Hércules no estaría durante dos días en la oficina. No recordaba que tenía que asistir al curso de Comunicación no verbal en Madrid. Está vez le había tocado a él. Como no podíamos dejar la agencia cerrada acordamos que él iría primero y yo iría el mes que viene al de criminología. Pensé que era bueno que no estuviera en la oficina, así no tendría que aguantar su interrogatorio sobre el profesor Sanjuán. Como el día no presentaba grandes acontecimientos decidí rematar algunos temas pendientes. Sonó el móvil era una llamada de Hércules para decirme que había llegado bien a Madrid, y que viajar en AVE era un auténtico placer. No puedo negar que me habría gustado que la llamada fuera del profesor Sanjuán. Cuando nos despedimos el otro día me invitó a que asistiese a una de sus conferencias en la universidad de arqueología: “El futuro de la Arqueología: los nuevos futuros – neuroevolución y creatividad-.
-          Los progresos más sensacionales del siglo XXI ocurrirán, no por los avances de la tecnología, sino por la expansión de lo que significa ser humano.
-          Sr. Sanjuán es usted un visionario.
-          ¡No quedamos que me llamarías de tu!
Ante la mesa de trabajo sentí como una opresión en el pecho oprimía mis pulmones. Aún así reconocí una voz  provocadora, en mi interior, diciéndome que quería volver a verlo otra vez. Me dejé llevar y me sorprendí a mi misma cogiendo el teléfono. Marqué su número pero una duda pesada impidió que levantase el auricular y colgué. Me sumergí en el trabajo y dejé que las carpetas, las fotografías, los expedientes y los casos cerrados ocuparan mi cabeza. El semáforo del tiempo no cambiaba de color y las horas  resultaban eternas. Cuando las manecillas del reloj se situaron en las tres del mediodía, cerré la puerta del despacho, y me marché en silencio. Al cruzar la calle pensé que hay puertas que se cierran herméticamente: las puertas de la oficina, las del coche, las del hogar, las del cajero automático, pero allí estaba la puerta lateral de mi pensamiento abierta de par en par, recreando la penetrante mirada del profesor Sanjuán. De lejos me pareció oír que alguien gritaba mi nombre. Giré la cabeza y lo vi. Al otro lado del paso de peatones se encontraba el profesor hablando con una joven; me dedicó apenas un saludo indiferente, como si apenas nos conociésemos, y continuó conversando amigablemente. Me enervé ante aquel saludo tan indiferente, y seguí mi camino un poco malhumorada. En ese momento aparecieron los diablos que enredan las emociones.   Dónde había guardado el inminente profesor aquel interés argumentativo con el que me obsequió hacía apenas unos días. Por un momento me quedé parada en la calle preguntándome la razón, el porqué de aquel encantamiento desproporcionado que no podía comprender. Decidí llamar a Hércules, e interesarme por el desarrollo del curso.
-          Agtha, estás bien?
-          Si ¿Por qué me lo preguntas?
-          Tesoro tú nunca me sueles llamar. Casi siempre soy yo el que marca tu número. Tú sólo envías mensajes con emoticonos.
-          Yo? No sé…Bueno no me líes. Explícame que tal el curso, ¿te gusta?, ¿es interesante? Ah, que no se te olvide comprar el libro de grafología.  
-          Eres una pesada. No me he olvidado, creo que mañana podré ir a comprarlo. Por cierto el curso está lleno de jóvenes estudiantes.
-          Hércules te estoy preguntando por el contenido del curso, no sobre tus posibles aventuras amorosas.
-          Ni te imaginas. Tengo los ojos enrojecidos de tanto lenguaje no verbal.
-          Presiento que te lo vas a pasar genial. Sólo una recomendación no te desmelenes demasiado. Bueno mejor hablemos en otro momento, no me gustaría estar interrumpiendo alguno de tus mensajes cifrados.
-          Me has llamado justo en el momento en que iba hacer uso de la voz, para preguntarle a una de mis compañeras, si le apetecería salir de su zona de silencio, para compartir conmigo una velada encantadora.   
-          Venga pásatelo muy bien, pero no olvides que mañana por la noche tienes que cruzar la frontera, y volver a Barcelona.
Un día inquieto acompañada por la sombra de un ilustre y despegado profesor. No podía darle a la tecla de suprimir para que él se esfumara, mi cabeza no era un ordenador; me perseguía. 


Badalona, 2 de octubre de 2015

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