LA POSTAL
Mi amigo Añhem me envía siempre
postales de los lugares que visita en vacaciones. La primera que me envió fue
de Madrid la más reciente es de Japón; son postales de pequeño tamaño y en
color. En la última me decía “pienso que esta ciudad te gustaría por su filosofía
de vida, eI ikigai, motivación vital; por el diseño de sus jardines zen y, por
sus poemas cortos: “Tú”.
En una postal, fechada el 14 de
agosto de 2018, Añhem dice “me pillaron
aquí los recuerdos: la memoria y tus poemas azules, y es que el color no está
fuera, está dentro de mí”.
Es una lástima que las nuevas tecnologías
hayan puesto cada vez más en desuso la práctica de enviar postales; las
antiguas postales de cartón o de papel han sido sustituidas por las postales
digitales que se envían a través del correo electrónico ganando en costes y en inmediatez.
Pero mi amigo es de los pocos que aún siguen creyendo en el valor de las
tradiciones, en la simbología de una postal que llega con sus tachones, con sus
frases torcidas, con su perfume de rosas, con sus corazones dibujados o con las
manchas de tinta por alguna lagrima derramada; él sigue creyendo en esa ilusión
inesperada que surge al tener una postal entre las manos.
Añhem siempre se despide con un “Hasta
pronto”, pero el tiempo pasa y ese momento siempre queda colgado entre sus postales.
La última que recibí me dejó algo extrañada, era una postal en blanco y negro,
y no incluía despedida.
#paraulesambaroma
Badalona, 6 de junio de 2018
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