EL ARMARIO EMBRUJADO
El armario embrujado,
Abro las puertas del armario, de
par en par, decidida a hacer una limpieza general. Meteré en bolsas la ropa que
ya no utilizo, y después cogeré la ropa que puedo regalar; las llevaré a
Caritas o a la parroquia de La
Salud , y las estropeadas y en mal estado irán directamente al
contenedor. Saco la ropa, la coloco con delicadeza encima de la cama y empiezo
a seleccionar prendas de ayer y de hoy. Cojo un jersey que hace exactamente
ocho años que no me pongo, pero me trae tan buenos recuerdos. Y lo acarició y
al hacerlo veo sus pequeños ojos azules, sus piernas encorvadas y sus cortos
cabellos rubios. Lo dobló cual reliquia histórica y lo vuelvo a guardar. Cojo
una falda que no me puedo abrochar, pero pienso que después de la dieta primaveral
me la podré volver a poner, así que la vuelvo a conservar. Me pruebo un abrigo
que compré en un mercadillo de Santa Fe, y lo encuentro un poco estrecho,
seguro que si le quito las pinzas de la espalda quedará perfecto. Y así voy rescatando
camisas, jerséis, zapatos y bolsos. Al final me doy cuenta que mi selección ha
sido bajo mínimos, unas prendas las he salvado por recuerdos, otras porqué les
he vuelto a encontrar una nueva utilidad. Tras unas tres horas removiendo ropas
y enseres decido volver a meterlas en el armario, y me siento arropada por una fuerte
sensación de inutilidad removida con un aderezo de cierta nostalgia.
Cojo el móvil y veo que tengo un
sin fin de fotografías en la galería, y valoro la posibilidad de hacer una
limpieza profunda. Abro la galería y repaso todas las fotografías guardadas.
Las de Navidad, con el pavo encima de la mesa; las más recientes el santo de
Miguel, el de Pepi y el cumpleaños de Iván. Del mes de mayo están todas las
fotos de la cremada del demonio, los piratas, y la última volada de cometas. Me
gustan tanto, son tan divertidas, que prefiero no borrarlas. Llego a febrero,
¿cómo borrar las fotos en el mercado de San Miguel y en el Rastro? Imposible. Miro
las del verano: las del sol atravesando el rojo Martini, la del libro
quijotesco recostado en la toalla, la del camarero cachas brasileño… Mejor dejarlas
todas. Y así voy haciendo con todos los meses; todas las fotografías salvadas.
Pero cuando llego al mes de marzo me encuentro con una foto de X, ¡X! mejor no
desvelar el nombre, que luego ya se sabe, que si un chisme por aquí, que si
otro por allá. X fue una relación breve pero intensa, real pero ficticia, ficticia
pero real, pero con la misma intensidad que nos creamos, la imaginación nos
borro y desaparecimos de nuestras vidas imaginarias. Ni siquiera una llamada. Si,
creo que será mejor borrar la
fotografía. Ya está, borrada. Contemplo como se diluye la
única foto que ha caído en las brasas de la hoguera. Cojo un cojín y una manta,
y subo a mi habitación. Abro el armario
para coger el camisón de dormir, y veo colocada en los estantes toda la ropa de
la que no me he podido desprender, porque como dice mi madre, lo bueno siempre
permanece. A las doce de la noche, un bip melódico me despierta ¿hacemos un
café?
Badalona, 31 de marzo de 2015
Comentaris