MANOS LLENAS DE LUZ

Manos llenas de luz,

Apoyo mi mano, en la fría barra de metal, para sujetarme de los vaivenes del metro. Al instante noto un leve roce sobre ella, una mano suave ha captado mi atención. Miro. La mano pertenece a un joven de unos 25 años de edad, aproximadamente, sus facciones son bellas, pero no puedo ver el color de sus ojos, porque unas gafas negras de sol, los ocultan. Observo que en la otra mano sostiene un negro bastón.

El vagón está lleno de personas, la mayoría con la mirada fija en el móvil, viendo mundos lejanos. De la memoria rescato una cita de José Saramago «Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven», quizás esta realidad virtual que entra por nuestros ojos y que aceptamos como única y real, sea una ceguera ante otras formas de entendernos, de comprendernos como individuos, y como especie humana; ciegos al negar esa ceguera que está frente a nosotros, y que nos va devorando y distanciando sin parpadear.

Estoy aquí, en medio del vagón, encontrando la oscuridad, y me siento pequeña y temerosa, en el mundo oscuro que él me revela. Con los ojos abiertos, con la caricia impredecible, con el lenguaje sellado, se me agudiza el olfato, y es el olor del joven el que rompe el silencio, y purifica mi alma. Nos comunicamos. Y su olor despierta el recuerdo, y el destino se hace aparición.

Y resurgen ante mí: Sandra y Maria Dolores. Dos almas esbeltas que trabajan para la Fundación ONCE; proyectos, trabajos, cooperaciones, esfuerzos que ayudan a mejorar el mundo de las personas con algún tipo de discapacidad intelectual, física o sensorial. Mujeres que cada día construyen un nuevo mañana lleno de fortaleza y de luz.

Un vaivén inocente e inesperado acerca de nuevo las manos. Nos despedimos diferentes. Mis manos cegadas de sombras, sus manos llenas de luz.


Badalona, 30 de marzo de 2015  




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