LA VELOCIDAD DEL AMOR
La velocidad del amor,
El rasgo más definitivo y el más visible de la mujer, que tengo sentada
delante de mí, es el bolso que lleva. Seguro que no es de imitación. Un gran
bolso negro de ante. Los dos viajamos en el Ave Barcelona-Madrid. Me pregunto
si irá a ver algún amante, a trabajar o a visitar algún Museo. Tiene el gesto
reflexivo, o al menos eso parece, es una mujer atractiva y sugerente, como
extraída de una de las portadas de la revista Elle. Junto a la mujer dormita un
móvil plateado y un libro abierto. Aparece mi curiosidad literaria y me
interrogo sobre el contenido de su lectura. La mujer me observa, y como si
acabase de leer mi pensamiento, me comenta que es un libro histórico sobre
Alejandro Magno. Acompasando el ruido del tren y con un gesto tierno en la
mirada me dice que se llama Isabel y que nació en Barcelona, donde su padre
ejerce de abogado del diablo y su madre de bióloga marina. Intentando que la
conversación no quede interrumpida, le pregunto en tono bromista si ella es
ángel o demonio. Abre el bolso y de su interior extrae un tarjetero. Me pasa
una tarjeta donde puedo leer Isabel Villar del Pozo, comisaría de exposiciones
culturales. El avance rápido del tren a través del paisaje me lleva de un
pensamiento a otro, de un deseo sensual a otro carnal. Siento que el tono de su
voz me gusta y me balancea. Me dejo invadir por su fragancia femenina. La miro
con intensidad a los ojos queriendo seducirla con la fuerza guerrera de mis
pupilas. Le pregunto si su viaje es turístico o laboral.
-
Voy a Madrid
a la exposición cultural: “El encuentro de Oriente”, soy la comisaría de la
exposición; una muestra que quiere dar a conocer la figura de Alejandro Magno.
Con esta presentación queremos trasladarnos fuera del tiempo y del espacio para
mostrar como concurrieron en este personaje el mito y la realidad.
Extiendo mi mano hacia ella: - Martín Almagro, encantado de conocerte.
Siento una punzada en el estomago y un calor intenso en las mejillas.
Intento disimular la turbación. Mientras dejamos atrás ciudades, paisajes,
esquinas, noches y gentes, desaparezco en la interioridad de su bolso. Me
vuelvo invisible para descubrir el fondo de su caverna y ojeo sus objetos, sus
documentos; deslizo mis manos por su pañuelo, por su agenda, y me emborracho
con el olor dulce del jazmín y la fresca mandarina. La parada en Zaragoza me
expulsa de mis mundos alados. La miro y me recreo. Me pregunto si Isabel querrá
descubrir mis claves secretas a la luz de un buen Rioja en el Mercado de San
Miguel. El futuro es siempre un enigma. Queda poco tiempo para que lleguemos a
Madrid, y la lejanía se apodere de nuestra vida y de nuestros equipajes. Si el
amor llega a la velocidad de la luz, creo que en este viaje el amor ha llegado
a la velocidad de un tren.
Badalona, 4 de maig de 2015
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