¿LITERATURA?
Se trataba de una mañana apacible y nada nos hacía
presagiar lo contrario. Acababa de servir café. A mi compañero le gusta
caliente y yo lo prefiero templado y aromático. Bueno creo que debería
presentarme. Mi nombre es Agatha y el nombre de mi compañero es Hércules.
Tenemos una agencia de detectives llamada “Huellas”. Hace unos meses que
llevamos una mala racha, y no tenemos ningún caso para resolver. Creo que si
seguimos así no nos quedará otro remedio que tener que cerrar la agencia. Mi compañero
Hércules, de espíritu alegre y divertido, no pierde la esperanza, en que
nuestra suerte cambiará algún día, de momento nos dedicamos los jueves a jugar
a la primitiva.
Cuando aquella mañana sonó el timbre de la puerta nos
sobresaltamos. Hércules abrió la puerta. Al instante nos miramos extrañados.
Delante de nosotros una mujer que parecía recién salida de una novela de Corín
Tellado, cargada de abalorios y tules, nos miró con timidez. La hicimos pasar
al interior del despacho, y la convidamos a que se sentase en un cómodo sillón,
de cuero negro. Nos presentamos, y la convidamos a presentarse. Con un delgado
hilo de voz nos hizo saber que se llamaba Primitiva. Fue instantáneo, mi
compañero y yo no pudimos remediarlo, primero una sonrisa nerviosa saltó a
nuestros labios, nos miramos y no pudimos controlar la gran carcajada, que se
nos escapó de golpe e incontroladamente. Como ya os he explicado antes, cada
semana jugamos a la primitiva, y Hércules siempre bromea diciendo: - cuántas
ganas tengo de que venga a vernos nuestra prima Primitiva. Ya os podéis
imaginar como nos quedamos cuando aquella mujer pronunció su nombre. Primitiva
se puso sería y nos preguntó si podía saber que nos hacía tanta gracia.
Intentamos recomponer la situación y explicarle de manera educada nuestra
pequeña dependencia ludópata. Apenas un gesto suave por su parte, nos indicó
que se trataba de una sonrisa de complicidad. Acto seguido la invitamos a que
pasase a explicarnos el motivo de su visita. Nos dijo que hacía tiempo que
había detectado que su marido le era infiel, y que quería poder demostrarlo con
pruebas para pedirle el divorcio. Le informamos de nuestros honorarios, y nos
hizo saber que la cuestión económica no supondría ningún problema. Le ofrecí si quería beber
algo y me pidió un vaso de agua. Abrió su bolso y extrajo una fotografía,
dedujimos que seria la de su marido. Y así fue. Nos proporcionó todo tipo de
detalles: edad, profesión, peso, altura, y alguna que otra cuestión más en
particular sobre gustos y aficiones.
Para no aburriros os puedo decir que Hércules y yo
investigamos hasta el más mínimo detalle de la vida del Sr. Leopoldo Sanjuán,
Profesor de Prehistoria y Arqueología en la Universidad de
Barcelona. Investigamos cada minuto de su cotidianidad, sus idas y venidas; así
pudimos averiguar que los domingos por la mañana compraba un montón de diarios
en el quiosco que está al final de su calle, que desayunaba con puntualidad
británica a las nueve de la mañana en el círculo católico, y que después sobre
las diez y media solía ir jugar al Padel. Investigamos a sus amistades, a sus
conocidos reales y virtuales, y tampoco encontramos nada que nos llevase a
sospechar. Pero si aquel hombre era un talento de virtudes. Rastreamos sus
correos y sus cuentas en las redes sociales: facebook, twitter e instagram, y
fue aquí donde encontramos su pasión secreta: la escritura. Hércules se decantó
más por los artículos académicos y periodísticos y, yo por los poemas y los
relatos. Al finalizar las lecturas Hércules y yo valoramos la posibilidad de que
la mujer hubiese traspasado la delgada línea de la ficción, pero ambos
desdeñamos esa casualidad. Así que antes de dar el caso por cerrado decidimos
quedar un día con el propio Sr. Leopoldo Sanjuán, profesor de Prehistoria y
Arqueología, y mantener una charla con él. Nos citamos para comer en un
restaurante que propuso el mismo, tras haberlo convencido de que pertenecíamos
a una editorial, que estaría interesada en publicar sus poemas de amor. La
comida fue interesante. Debo reconocer que el profesor no me dejó para nada
indiferente, hay hombres que nada más abrir la boca te cautivan con sus
palabras, y él era uno de ellos. Belleza y sabiduría, peligrosa combinación. Y
fue en el restaurante donde pude descubrir la verdad de nuestro caso. Al
finalizar la comida, en vez de aparecer el camarero que nos había estado
sirviendo se presentó la dueña del restaurante, pues así nos lo hizo saber,
para recomendarnos los mejores postres de la casa. Hércules no pudo resistirse
a su glotonería y se olvido de su perspicacia, yo por el contrario satisfecha y
observadora, descubrí como el profesor, cual arqueólogo penetrante valoraba los
ojos de aquella mujer. Lo delató el movimiento de sus pestañas cuando le
sugirió a ella que eligiera por él. Y en ese momento yo me pregunté
¿literatura?
PD: literatura eres TÚ!!
Badalona, 23 de setembre de 2015
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