MANOS INQUIETAS
Se despidieron en el paso de
peatones y un gesto perdido se quedó suspendido entre sus manos. Ella decidió
no abandonarlo, y prefirió guardarlo en la mochila. Al llegar a casa abrió el
bolso y lo liberó. Y allí estaban sus manos. Las dejó volar, bailar y desear.
Las miró y las veneró. El tiempo desapareció mientras las miraba. Sólo quería
tocarlas. Se veían tan suaves que sus dedos se deslizaron por ellas quedándose colgados
en la fina línea que separa el espació del contacto. Se preguntó qué pasaría si
las tocase, si las acariciase, si sus manos no quisiesen despegarse jamás. Y ya
no pudo parar aquella tentación irresistible, y dejó que sus manos se enredasen
con el gesto rescatado.
Badalona, 10 de septiembre de
2015
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