CONFESIONES I

Recuerdo que iba hablando con el taxista de lo bella que es Barcelona en cualquier época del año; a penas llevábamos cinco minutos circulando cuando comencé a sentir un hormigueo por mis piernas y en seguida vi como mi cuerpo se iba desvaneciendo de abajo arriba; cerré los ojos no fuese el caso que estuviese padeciendo algún tipo de alucinación veraniega. Cuando volví abrir mis grandes ojos el taxi y el taxista habían desaparecido y yo me encontraba realizando ejercicios de yoga en un parque desconocido, cerré los ojos para controlar mejor la respiración, pero cuando volví abrirlos me encontré en el terrado de mi madre tendiendo sabanas blancas, jugué con ellas al escondite, y dejé que el olor a suavizante trastornara mis sentidos; cerré los ojos y me dejé llevar. Me pareció oír un ruido y cuando los abrí me encontré cual Penélope en la estación de los días perdidos. El humo del cigarro de un extraño pasajero se coló en mis ojos y los tuve que cerrar sin pensar, al abrirlos pude observar que la estación se había evaporado y yo estaba en la orilla de una playa de aguas transparentes intentando controlar el movimiento de una cometa pizpireta. Lo miré descaradamente y le dije que ya estaba un poco harta de tanto cambio inesperado. Él desde las alturas me sonrió y me preguntó si prefería quedarme sola con la página en blanco. Le respondí que no, y le confesé que sólo quería ser el personaje secreto de uno de sus cuentos. Me soltó una gota de tinta y escribió: mañana hablamos! Badalona, 30 de junio de 2014

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