CONFESIONES IX


Los festivos siempre me libera de sus palabras y me abandona al azar de las mías. Las palabras ese universo mágico, que me traspasa y me envenena. Respiro y entre papeles y cojines emerges ante mí.

Estás, pero parece como si no estuvieras, te acercas y te vas, y en ese movimiento simple, imperceptible, que sólo tú y yo detectamos, se me despierta el alma creadora.

Entre rayas derechas de azul y de mar, te veo llegar abrazado a tu silencio, a esa timidez disimulada que me devuelve cual espejo refractario mi propia timidez. Me adentro, con la timidez apegada a la mano, en la profundidad de mi mundo solitario, en un retiro concurrido de presencias. Todo está dentro. Nada hay fuera que perciba ese otro mundo, allí donde mis ojos se hacen inmensos y lo pequeño cobra vida; allí donde lo minúsculo se convierte en grande y lo invisible se torna visible; allí donde puedo oír tus pasos, tus idas y venidas y escuchar los latidos callados de tu locuaz corazón. Todos esos pequeños detalles impalpables que te acercan y te alejan, esas pequeñas señas que te llevan y te traen.

Es domingo y la gente ha desaparecido detrás del televisor siguiendo el ritmo brasileño de un victorioso balón. En una noche así, mientras la humanidad queda hipnotizada por una final, yo invento mi propio deporte; un escenario ilimitado donde ubicar el impensado roce, el indeciso saludo, la efímera mirada. El roce, el saludo, el guiño, la mirada, el gesto todo se posiciona en mi campo de juego. Yo soy grada, banquillo, marcador y el genio de la noche que en esta diversión aleja toda timidez, colorea de rojo los pequeños gestos, enciende la luz y transforma la palabra en gol. Gano el partido!

El juego del juego: los humanos somos creadores de universos paralelos.

Estoy en esa edad, de mitad del camino, en que nos da miedo reconocer que somos material altamente sensible, defectuoso y caduco. Por esa razón es para mi importante el mundo de todo lo pequeño: cocinar un pastel, dar un paseo, una mirada franca, una carcajada fresca, oler una rosa roja, resucitar una vieja amistad…, e imaginar.

Ahora te veo con la mirada incisiva delante del televisor, con tus ojos de mar, olvidándote de tantos por cientos, estadísticas y estrategias; liberado, desocupado y feliz con esa neblina que no me ve, que no me recuerda, que no me presiente, que nunca sabe nada de mí. Te pienso y desde la posición de reserva te ingenio como juego para ganar la partida de tu apegada frialdad.

Lanzo mi plegaria al cielo oé, oé, oé y mi conjuro a los dioses y tu desafecto se desvanece, se derrumba, se disipa, se esfuma en mi terreno de juego oé, oé, oé!

Badalona, 14 de julio de 2014





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